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miércoles, 22 de mayo de 2019

Comentarios del Lic. Alejandro Ruiz, Vicedecano de la FHAyCS (UADER), en la Presentación de "Pubertadolescencia. Elección sexual" en Paraná

Lic. Alejandro Ruiz:

Estamos aquí, en una suerte de encuentro de amigos y familiares, donde teóricamente Claudia y yo éramos los anfitriones, y yo siento que somos como los extranjeros. Así que, esta presentación tiene esa particularidad.

Así que, pregunto, ¿por qué una presentación de libro en la universidad pública? ¿Por qué las muchas presentaciones de libros que hemos venido haciendo a lo largo de este año, muchas de ellas en esta facultad y otras en lugares afines, como la Casa de la Cultura o la Biblioteca Provincial? Entre otras cosas, porque yo creo que son acciones políticas con contenido técnico y académico.

Ahora vamos, sí, a la presentación de este libro. Venimos a presentar este libro de Adelfa Jozami. Adelfa nace en Paraná un 23 de septiembre, como ustedes saben, aniversario de la muerte de Freud. Es casi una cuestión de destino, que estemos presentando un libro de ella, en este lugar tan emblemático de la ciudad, que a la vez fue su lugar de estudios. Si bien nosotros proponemos permanentemente ese pasaje del destino a la destinación, podríamos decir que lo dejamos del lado de la destinación, porque al destino hay que forzarlo. Quiero decir, es más del orden de la destinación que de la neurosis de destino, pero podríamos decir también que esto no es tan casual. Sobre todo, si es un libro de la colección Mirar con las palabras.

En la portada ya vemos esta "a" coloreada, juguetona, que en seguida nos remite a un concepto lacaniano que es el de objeto a. El gran invento de Lacan, podríamos decir, es el objeto a. Lacan toma muchos conceptos de otros campos, de otras disciplinas, se los apropia, hace teoría propia con ellos, plantea un modo de hacer clínica a partir de estos conceptos. Sus detractores dicen que se la pasa choreando conceptos, yo no estoy tan de acuerdo. Sí estoy de acuerdo con hacer mención a las fuentes de donde los extrae. Nos remite a este concepto, y ya vemos en el contenido del libro esta afirmación, esta proposición, de que el objeto a es asexuado.

Estaba intercambiando con un compañero de cátedra sobre esta parte del libro, y él me dice “Pero, fijate que está a-sexuado”, y ahí empezamos a jugar con estas homofonías que tanto le gustan a Lacan, pero para plantear cuestiones estructurales y estructurantes, donde aparece el objeto a como asexuado y como a-sexuado. Entonces, vamos a mantener esa proposición de que es asexuado, pero es una pregunta que queda dando vueltas a partir de poner ciertos juegos homofónicos en tensión.

Por otro lado, también pensaba, la pubertad y adolescencia son dos términos que se usan indistintamente, pero haciendo esta diferencia podemos decir que esto no es tan indistinto, y podemos pensar la pubertad (sobre todo como está escrito aquí, esta especie de neologismo, podríamos decir, “del famillonario de Freud a la pubertadolescencia de Adelfa Jozami”) como una puerta a la adolescencia. En este sentido, está insistentemente enlazada la noción, la temática de la pubertad, a la construcción del fantasma.

Esto nos remite a una pregunta bien actual que tiene que ver con lo real, y que remite a otro libro de Adelfa, que es qué es esto del cambio de sexo, que hoy es en términos reales. Podemos apuntalarlo en una pregunta más simbólica, si se quiere, que es qué lleva a un humano a ubicarse como él o como ella. Pero hoy existe esta cuestión del cambio de sexo en términos reales, al menos como posibilidad, lo cual cambia la dirección de la pregunta.

También hay una mención, Claudia dijo algo de esto, de que Lacan no hace muchas referencias a la adolescencia. Entonces está bueno que alguien de formación lacaniana tome un tema al cual Lacan no le da mucha referencia directa, porque son dos maneras de pensar el psicoanálisis: como dogma, donde hay que repetir lo que dice Lacan en no sé dónde, que en definitiva termina siendo una especie de estribillo; o los escritos para pensar, como este. Creo que Claudia dio sobrada cuenta de que esto es un escrito para pensar, es un escrito que nos deja pensando, o que nos deja la posibilidad de dejarnos pensando. Que es, en definitiva, el modo de transmisión que en este ámbito nosotros intentamos sostener.

En relación a la adolescencia me parece que puede haber algo parecido. Si Lacan hace poca referencia, hagamos más referencia nosotros, aprovechando la cantidad de conceptos que el psicoanálisis, sobre todo el psicoanálisis lacaniano, nos brinda.

En este sentido, Adelfa, en esta obra, insiste con el tema de la resignificación porque sin resignificación no se podría dar esa segunda vuelta para la construcción del fantasma, y sin resignificación no podríamos hacer clínica, al menos como nosotros pensamos la clínica.

Si se entusiasman mucho con el libro y vienen leyéndolo y no pueden parar, el libro tiene dos pausas, que son muy interesantes, que resuenan de otra manera en el formato del escrito. Una es una referencia a Joyce, más precisamente a su obra Retrato del artista adolescente. El inicio de esa cita vale la pena leerlo en un ambiente como este, porque explica bastante lo que Adelfa, a lo largo de toda la obra, quiere transmitir. “‘Dinos, Dedalus, ¿besas tú a tu madre por las noches antes de irte a la cama?’. Stephen contestó ‘Sí’. Wells se volvió a los otros y dijo ‘Miren, acá hay uno que dice que besa a su madre todas las noches antes de irse a la cama’. Los otros chicos pararon de jugar y se volvieron para mirar, riendo. Stephen se sonrojó ante sus miradas y dijo ‘No, no la beso’. Wells dijo ‘Miren, acá hay uno que dice que no besa a su madre antes de irse a la cama’, todos se volvieron a reír, Stephen trató de reír con ellos. En un momento se azoró, y sintió una oleada de calor por todo el cuerpo. ¿Cuál era la respuesta adecuada? Había dado dos, y sin embargo Wells se reía. Pero Wells debía saber cuál era la respuesta, porque estaba en tercero de gramática.” Esto de cuál era la respuesta adecuada es el gran enigma.

La otra pausa es en relación a cuatro fragmentos clínicos, donde podemos leer otra vez el tema de la resignificación, porque justamente son cuatro fragmentos clínicos de no adolescentes, son adultos y adultas que resignifican ciertas cuestiones. Porque nosotros no trabajamos con datos encapsulados, quietos, pasivos, sino que, justamente, la resignificación permite que ciertos hechos de nuestra historia vital puedan ser vividos o sentidos o significados de manera distinta. Pueden ser significados de una determinada manera en un momento, y después en otro momento de otra manera, y en otro momento de otra, que a lo mejor tiene más que ver con la primera que con la segunda. Por eso también hay una insistencia en relación al tiempo lógico. También hay que decir que la referencia a casos clínicos o a viñetas, a aportes de analizantes, es permanente a lo largo del libro, seguramente más acotados, pero aparece mucho del trabajo clínico.

Después tenemos un no-prólogo, que llama un poco la atención cuando uno lo ve, va a empezar un libro y se encuentra con un no-prólogo, pero como dice Adelfa, la negación no implica la contradicción, y a mí me hace acordar a esto que dice Freud, que hay negaciones que afirman, están esos no que son sí.

Nos queda claro, después de leer este libro, por si no lo teníamos claro, que el sujeto que llamamos el sujeto barrado, este sujeto no viene dado, que el sujeto es a constituir, que el sujeto es efecto, pero también que el sujeto no sabe qué lo constituye. Nos encontramos con una dimensión de la pubertad planteada a la vez como acontecimiento y como estructurante.

Para finalizar (los neuróticos vamos eligiendo cosas y entonces vamos dejando cosas de lado) tenemos en el contenido del libro, también, una referencia a lo que es imposible de decir. Lo que es imposible de decir, ¿cómo se dice? Es algo que nos encanta a los analistas, pero nunca le damos bola, entonces tenemos la ventaja de que acá, en este libro, está intentado decir eso que es imposible de decir. Y aparece una serie de diferenciaciones entre ciertos conceptos, que, como decía Claudia, van más allá de un público analítico.

Nos encontramos ahí con estas diferencias tan interesantes entre rito y acto, por ejemplo, donde Adelfa, valiéndose de algunos autores, plantea que el rito garantiza el pasaje, sin que haga falta atravesar la castración, pequeña diferencia. Y que, para el rito, lo único que se necesita es el sometimiento, con eso alcanza. ¿Cuál es el problema de esto? Que desresponsabiliza al sujeto de su hacer, si lo único que hace falta es su sometimiento. Mientras que el acto deja marcas, queramos o no, y el sujeto se responsabiliza de sus consecuencias.

Aparece otra disyunción, otro contrapunto muy interesante entre gloria y deseo, no es tan habitual encontrar esto. Parece como una diferenciación entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, donde la gloria está definida o categorizada como aquello por lo que valdría la pena morir, y el deseo como aquello por lo que valdría la pena vivir.

Después hay una interesante diferencia entre crueldad y violencia. Allí, la crueldad está definida o está categorizada como una de las formas de la violencia organizada. Y, encima, hay un enlace entre crueldad y erotismo, y está planteado como modos de ir más allá de las prohibiciones.

Para terminar, voy a tomar una cita del libro, que en realidad son dos párrafos de distintos capítulos, que yo los hago uno solo, porque me parece que en definitiva es el espíritu de lo que se intenta transmitir con esta obra. Dice alguien a quien acabamos de conocer pero parece que estamos muy familiarizados con ella, en este texto: “Cuando no es la ética del deseo la que comanda la vida, lo que implica una actitud, una posición respecto a la castración, cuando se cree que es yo quien debe comandarla para no alienarse al deseo del Otro, el elogio al goce es inevitable, y la muerte, la consecuencia más verdadera.” “Es en el equívoco que el sujeto encuentra su verdad y la hace objeto, es desde la incerteza que el sujeto debe responder como hombre o como mujer.”



jueves, 2 de mayo de 2019

Comentarios de Claudia Campins en la presentación de “Pubertadolescencia” en Paraná


Presentadora:

Buenas tardes. En principio, quería agradecerles la presencia de ustedes en esta presentación del libro de Adelfa Jozami, muy conocida por ustedes, por casi la mayoría. Adelfa es psicoanalista y tiene una larga trayectoria en el tema del psicoanálisis, específicamente en adolescencia.

[…] Están a cargo de la presentación de la obra hoy, acá presentes, el licenciado Alejandro Ruiz, psicoanalista y vice decano de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. Fue también director del Hospital Escuela de acá, de Paraná, y actualmente es integrante de la cátedra Teoría psicoanalítica. Escuela francesa. Y Claudia Campins, también integrante de otra cátedra de la Licenciatura en Psicología de la UADER, también fue integrante del equipo de profesionales del Hospital Escuela. Los dejo con ellos.

Claudia:
En primer lugar, darles la bienvenida. Hay un público que ha sido convocado desde los lazos personales, los lazos familiares, y que están acompañando el libro desde ese lugar. El interés viene por lo que significa la presencia de Adelfa en esta Escuela, que es ahora nuestra Facultad, pero también sigue siendo la Escuela de ella y de muchos de los que están acá acompañándola, entonces entendemos que acá están ocurriendo cosas que exceden la cuestión de recibir un libro vinculado al psicoanálisis.

[…] Yo me hacía la pregunta respecto de qué significaría presentar un libro, presentar este libro y cuál sería la función que yo tendría que cumplir en un lugar como este. Pensaba que, tal vez, el que presenta un libro tiene que acercar al interés de otros lectores, para que puedan hacer también la lectura de libro. La verdad es que me pareció, en principio, una pretensión ambiciosa, de entusiasmar por las lecturas. Y me pareció que lo más legítimo es contarles qué significó para mí leer el libro, desde la perspectiva de cómo yo me transformé en lectora de este libro.

[…] Cuando pensaba en eso, en qué significa leer este libro, me acordé de una frase, de hace muchísimo tiempo, que en realidad es una entrevista que le hacen a Julio Cortázar en un libro que se llama Confieso que he vivido. Es una frase que no se corresponde con él solamente, pero las entrevistas las han recopilado en un libro que se llama de esta manera. Le hacen la pregunta respecto de cómo era él como lector, y si había diferencias entre el modo en que él leía estando en Francia y cuando él leía estando en la Argentina, teniendo otro tiempo, no siendo un escritor reconocido. Entonces él dice: “Además, desde muy joven, adquirí una especie de deformación profesional. Es decir que yo pertenezco a esa especie siniestra que lee los libros con un lápiz al alcance de la mano, subrayando y marcando, no con intención crítica. En realidad, alguien dijo, no sé quién, que cuando uno subraya un libro, se subraya a sí mismo. Y es cierto”.
Es una justificación, me apoyo nada más y nada menos que en Cortázar, para decirles que lo que yo voy a hacer es estos puntos en los que yo he subrayado el libro a partir de cómo entiendo que el libro me ha leído, desde alguna perspectiva, es decir, qué intereses del libro han convocado a mi lectura y me han transformado, en todo caso, en lectora de este libro.

[…] Yo encuentro que, el modo en el que Adelfa nos acerca su producción y transmite y escribe, es una escritura que me parece condensada, que me parece plegada, que me parece que está orientada por el intento de tomar algo que Lacan ha transmitido como una intención propia, que es la de matematizar el psicoanálisis. Me parece que es una lectura que intenta despojar de sentidos para avanzar con formulaciones precisas […]

[…] Están condensados los 40 años, me da la sensación, de experiencia, por un lado clínica y por otro lado de transmisión. Me parece que por momentos habla a un lector que ya puede deducir y transitar esos auxilios que ella ya no usa aquí. Intenta trabajar con formulaciones muy precisas y muy condensadas.

La idea de la condensación, de la cosa plegada en la escritura me hizo pensar mucho, como les decía, como pienso en la transmisión del psicoanálisis, pensaba en la transmisión hacia los iniciados, los alumnos. Me parece que un alumno, un iniciado, alguien que quiere acercarse al psicoanálisis, puede estar convocado a la lectura del libro desde la perspectiva del recorrido teórico que Adelfa hace para hablar de la adolescencia y la pubertad. Ella asume una posición que es ética, y es una definición, su pretensión, que tiene que ver con ver lo que la adolescencia y la pubertad le puede hacer decir al psicoanálisis, y no al revés, no lo que el psicoanálisis dice o podría decir, con los conceptos teóricos con los que cuenta, de la adolescencia y de la pubertad.

Eso me parece muy importante, me parece que habla de una definición respecto de cómo asume la tarea, pero también una definición respecto de cómo entiende el quehacer del psicoanálisis, porque no es más que recoger el gesto freudiano de que sea la clínica la que comanda la producción teórica. Los que tienen algún acercamiento al psicoanálisis saben que para Freud, la definición más completa que da del psicoanálisis, incluye la idea de que es una práctica terapéutica, es una herramienta vinculada a la investigación de la subjetividad, y es una producción teórica. Pero de ninguna manera es una sola de esas cosas. La teoría es el resultado de la clínica, del trabajo clínico, de la labor investigativa, que da por resultado un tipo de producción teórica. La teoría, que es lo que pone a trabajar Adelfa, es el resultado de lo que la clínica va imponiendo como observable clínico, imponiendo con sus preguntas, y vamos respondiendo lo que vamos pudiendo en los distintos momentos.

[…] La pubertad, entendiéndola desde la perspectiva más del cuerpo adolescente, que le impone la presencia de estos caracteres secundarios, que es justo la edad en la que mi hija se encuentra, así que imagínense con el interés con que lo leí. Ella me decía “Después me explicás, mamá, de qué va la cosa”.

No es ese el objetivo del libro, Adelfa asume también respecto de eso una posición, no es un manual para que yo sepa cómo convivir con mi hija adolescente y púber. Si fueran esas las expectativas, no las encontré. Porque su posicionamiento respecto de la cuestión de lo que aquí acontece, también tiene que ver con estas definiciones clínicas, que son las del psicoanálisis, que orientan, como les decía al principio, lo que la adolescencia le hace decir al psicoanálisis. De alguna manera invierte algo que para el psicoanálisis no es nuevo, pero es importante decirlo, porque es el lugar que ella asume, que es que el saber y el poder que las transferencias en ocasiones, cuando están y hacen posibles la cuestión de un análisis, se las liga al analista, pero que el analista debe abstenerse, debe tomar una distancia respecto de ese poder. Cuando hacemos algo de eso, algo del análisis funciona y hay análisis. Cuando no lo hacemos, posiblemente ese lugar vinculado al poder, de decirle al otro lo que tiene, lo que le pasa o darle un diagnóstico, obture toda posibilidad de que algo del orden de la verdad emerja, de la verdad de esa persona en particular, la verdad que esa cura supone y las cuestiones del sujeto ahí con las que requiere que nosotros nos orientemos.

[…] Respecto del rito, los rituales y el acto, me parece que el posicionamiento ético que asume Adelfa en su escritura, en su modo de entender el trabajo, es que el acto, lejos de que el posicionamiento sea este, de que toda dimensión disruptiva es algo a disciplinar, a acallar con medicamentos, lee, entiende la cuestión del acto como la respuesta que tiene, que da ese adolescente en ocasiones para hacer entrar algo en los recursos simbólicos, transformar ese acto, por más disruptivo y violento que pueda ser, en un recurso que le sea propio, y que pueda inscribir algo de este pasaje, que involucra el distanciamiento, por ejemplo, respecto de los padres. Cuanto más violento el acto, habrá que ver por qué la necesidad, con qué otros se está vinculando para sostener esa violencia, y la violencia que institucionalmente también, disciplinalmente lean en esta época, como puede ser en la escuela, en los padres mismos, si a un acto violento respondemos con violencia, por ejemplo, de la medicalización. La perspectiva del acto, como un intento de inscribir simbólicamente todo este tránsito, y todos estos pasajes que tiene que enfrentar el adolescente.

[…] La adolescencia incomoda, les incomoda a los padres, incomoda en ocasiones en las instituciones, ellos están incómodos. Ella habla con viñetas clínicas y algunos recortes respecto de esa incomodidad, de la apatía, el aburrimiento, que incomoda al púber y al adolescente. Esa incomodidad, me parece que Adelfa la trabaja desde la perspectiva de las alternativas rituales por un lado, los recursos simbólicos que les brindamos desde la época para hacer ese tránsito, que indudablemente no son los mismos que los de otra época. Por ejemplo, el pantalón corto daba un pasaje a la utilización del pantalón largo, y esto ya significaba algún movimiento y algún soporte respecto de ciertos lugares. Hoy nuestros chicos están bastante más incómodos respecto de los recursos simbólicos con los que cuentan para hacer ese pasaje, porque nosotros los adultos también estamos incómodos respecto de los pasajes, cómo transitamos todos los momentos significativos de la vida de las personas, incluso la muerte.

lunes, 25 de septiembre de 2017

¿Como leer los nuevos síntomas que manifiesta la sexualidad actual?

Una vez que el cuerpo y sus goces encuentra su anudamiento a la ley, al desarrollo tecnológico científico (operaciones de reasignación de sexo, hormonación, cambio en los documentos de identidad, matrimonio igualitario…) surgen nuevos síntomas en la sociedad. No ya síntomas “individuales” sino sociales. Se manifiesta a través de ellos lo que Freud llamó el “malestar de la cultura”.

Un Psicoanalista, un Psicólogo, un Sociólogo, no están a la vanguardia con sus teorías acerca de las diversidades sexuales, por ejemplo. Leen, mal o bien, estos síntomas. ¿Con qué conceptos se leen?.

Como sabemos, en psicoanálisis un síntoma es lo que nos permite leer algo que hasta el momento estaba “fuera” de discurso. No es como en medicina lo que hay que erradicar, es lo que hay que leer. Se trata de un anudamiento que liga lo imposible. Para que se produzca éste nuevo anudamiento algo fue desanudado, probablemente, entre otras, la trama que la moral religiosa proporcionaba como sostén.

Se vió que ser hombre/ ser mujer no es natural, ni siquiera necesario. Pero ¿será arbitrario?

Respecto a la pregunta. Con qué leemos estos síntomas, pienso que es fundamental advertir con qué concepción de sujeto trabajamos. El sujeto lacaniano, dividido irremediablemente de lo que lo causa, despliega su sexuación muy lejos de la lógica animal, orientada por el instinto, pero también lejos de la lógica de género, que agrupa por semejanzas y no como éste sujeto que se organiza en función de la diferencia.

La sexualidad en el sujeto lacaniano, afectado por el significante, como nos indicaba ya Freud, se constituye en dos tiempos, lo que la topología del sujeto introducida por Lacan, nos facilita ubicar. Segunda vuelta en la construcción del sujeto, borde del objeto causa de deseo.

Comparto algunos fragmentos de un capítulo de mi último libro “Pubertadolescencia”, que pone en juego algunos de los conceptos con los cuales podemos leer estos síntomas de época.

Identidad, identificación 

Hablar de identidad es negar que el sujeto se constituye en un mal lugar, como dice Lacan; un lugar, al menos, ajeno. 

La Identidad es el nombre que la psicología toma del Ser. Elude la división del sujeto. Freud plantea tres modos de identificación1,

1. Al padre muerto. In corporación de lo simbólico que ahueca al cuerpo haciéndolo sensible al decir. Previo a toda elección de objeto.

2. Al rasgo unario. Lo unario del rasgo es la marca de la diferencia con «lo otro». A diferencia de la lógica que propone el género, donde se reúnen por rasgos iguales, por ejemplo: los mamíferos no son los vertebrados que tienen mamas, sino que lo son porque hay vertebrados que no las tienen. El rasgo implica a la falta.

3. La identificación al deseo de otro. Lacan ubica al significante como corte en Banda de Moebius, entre el sujeto y el Otro, siendo el sujeto mismo el corte y a su vez borde del objeto, resto de esta operación, causa de deseo; por lo que constituye la identificación en la que el sujeto se constituye como deseo. Cuando hay sujeto hay deseo.

Hablamos de identificación, no de identidad 

Estando el sujeto marcado por el significante, a ya no es a. Esta identidad es imposible para el sujeto hablante. La división que el sujeto sufre porque habla, la subsana mediante una operación que llamamos fantasma, donde opera sobre lo real mediante lo imaginario y lo simbólico. Con esto construye una especie de ser que le permite pensar que tiene una vida con sentido, que tiene un mundo. Si bien esto hace la vida habitable, es engañoso, alienante. Los instantes de libertad, de existencia, creatividad, para el sujeto, están en sus equívocos, cuando se sale del libreto. 

Como no se puede estar errando todo el tiempo, el sujeto se engaña con una supuesta identidad, sexual. 

Las innumerables nominaciones que se están proponiendo como identidades, no nos hacen más libres en términos subjetivos. Tal vez el horizonte, último borde identitario, sea el nombre propio, el que queda en la lápida. 

La investigadora Ana María Fernández plantea en un artículo publicado por el diario Página/12 que el orden anterior de los cuerpos y del sexo proponía una dominación del hombre, no sólo sobre la mujer hetero, sino sobre otras diversidades, por no estar reconocidas en ese orden. 

Si lo que está en juego es la ruptura con los paradigmas de la dominación, que se extiende en las organizaciones sociales a la familia o la pareja sexual, debemos preguntarnos si la diferencia en los sexos implica de por sí una dominación. 

En principio diría: hay dos sexos: Uno y otro. Que haya dos no supone dominación vertical, ni igualdad horizontal. Justamente, para que haya dos, uno tiene que portar la marca de la diferencia. Si tenemos, por ejemplo, a dos gemelos, y uno de ellos lleva un lunar, es con eso que se los diferencia. Lo cual no lo vuelve dominante. 

El dos no es el UNO, es el tercer número de la serie numérica (0, 1, 2) con el que se inicia la serie, lo múltiple. El mundo simbólico que habitamos se construye por los opuestos, sabemos lo que es claro porque hay lo oscuro.

A esos dos la lengua los llama, tal vez imitando a la biología, hombre y mujer, o a la inversa. Hay dos con sus variaciones de goce que hoy se intenta identificar. En ese camino de hacerse igual a su goce consigue una identidad, gozo de esto por tanto soy…, allí el sujeto queda atrapado en un soy.

Florencia de la V. quién fue construyendo su identidad sexual en gran medida en las pantallas, dijo, respondiendo a la pregunta por quién era: «soy un hombre con un goce particular». ¿Qué la hizo pasar luego a presentarse como una madre amorosa? ¿Es más libre en una posición que en otra, en un ser que en otro? 

En un tiempo, la primacía del significante hacía que las identificaciones a prototipos de época llevaran a ir construyendo una supuesta identidad a la que se intentaba acomodar un goce, que incluso podía quedar oculto. En estos tiempos, la primacía del goce fuerza una identidad en la que el sujeto se hace igual a su goce. La ruptura de los paradigmas desorienta al sujeto que hoy busca, en estas múltiples identidades, un orden. 

Lo que empuja al sujeto es el deseo, que como corte del campo del Otro conlleva pérdida de goce. No parece ser por el lado del goce que seremos más libres. Por otra parte, aunque parezca paradójico, ese goce que queda como resto, como plus, es lo que se escapa a las nominaciones posibles. 

No se puede pedir autorización para gozar, el goce siempre implica a la transgresión. 

Buscar en el goce el núcleo de la identidad, verse impulsado a recibir del Otro el nombre de su goce, es intentar encontrarle su lógica. El goce escapa a toda lógica, es innombrable. 

Primera vuelta: Edipo 
Segunda vuelta: pubertad- elección sexual 

La entrada en la etapa fálica, es decir, cuando la falta de objeto que otorgue satisfacción delinea un borde que hace al circuito pulsional donde se satisface, pasa a ordenarse en términos fálicos: tener-no tener. 

En esta primera vuelta se resignifica la falta en términos simbólicos. La construcción que a partir de ese tiempo va realizando, tramando de un modo singular RSI, se ve conmovida en la pubertad, lo que impulsa la segunda vuelta.

Que comience la trama subjetiva a partir del Edipo no excluye lo que ha ocurrido en el tiempo anterior; que ocurra una primera vuelta implica que las marcas, que por sí mismas no tienen la posibilidad de repetirse, en este tiempo se hacen significantes, vía función paterna, en su operación metafórica. 

El objeto se dialectiza en términos edípicos. 

La prohibición del incesto, que toma su lugar para el sujeto en el Edipo (previamente recaía sobre la madre en términos de «no reintegrarás tu producto»), se inscribe como tal en la pubertad, en donde despliega su eficacia. El objeto prohibido (la madre en ambos casos) promotor del deseo, comienza sus desplazamientos que no son erráticos. 

La inscripción que se produce en la segunda vuelta es el corte por el desprendimiento del objeto, corte entre sujeto y objeto; de ese corte y de ese desprendimiento, queda una marca. 

Así es como algunos rasgos del objeto se vuelven luego atractivos; en la pubertad, el objeto-causa, ahora el partenaire, de algún sexo, que porta la marca del desprendimiento. Es un rasgo propio de las repeticiones de su constitución como sujeto. 

Como la pubertad fue un tema muy trabajado por la psicología y la sociología, se desacreditó durante un tiempo la posibilidad de que pudiera tener una eficacia en la estructura. 

Esta segunda vuelta tiene su incidencia sobre la estructura 

Dijo Freud en Análisis profano2:

Esta constitución en dos tiempos de la sexualidad tiene gran relación con la génesis de las enfermedades nerviosas y parece privativa del hombre, siendo quizás uno de los determinantes del privilegio humano de enfermar de neurosis. 

En un pie de página del texto «Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina», plantea que, generalmente, la raíz de las neurosis se encuentra en la temprana edad, 

… mientras que, en nuestro caso de una muchacha nada neurótica, se desarrollan en los primeros años siguientes a la pubertad, aunque también por completo inconscientemente. ¿Habremos de esperar que esta época, demuestre también algún día una decisiva importancia?3

Estos fragmentos acentúan el lugar de la pubertad como segundo momento estructurante de la sexualidad, y por ende de la neurosis, de un sujeto. Rompe la idea de evolución o de progreso hacia… y nos invita a pensar cómo en esta segunda vuelta se constituye el objeto como causa de deseo. 

La inadecuación entre el sujeto y el goce, entre una identificación como hombre o como mujer y el goce que lleva, es estructural e insoportable. 

En la pubertad es donde comienzan a darse las preguntas ¿qué nombre le pongo a todo esto que me está pasando? ¿En el cuerpo de qué nombre? ¿A nombre de qué cuerpo yo experimento este goce? Y con estas preguntas se conmueve toda la estructura fantasmática construida hasta entonces. 

En la pubertad, en la repetición del momento edípico, algo toma cuerpo. Es la repetición, en la neurosis, lo que da consistencia y determina un cuerpo.

1 . Freud, Sigmund. Más allá del principio de placer, Psicología de las masas y análisis del yo, y otras obras (1920-1922), en Obras Completas, Vol. XVIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2001.
2 Freud, Sigmund. «El análisis profano», en Obras Completas del Profesor Sigmund Freud, Tomo XII, México, Editorial Iztaccihuatl, 1953.
3 Freud, Sigmund. (1920) «Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina», en Obras Completas, Vol. XVIII, op. cit.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Fragmento de Oscar Gonzalez de la Presentación del libro Pubertadolescencia

[El libro] ... nos habla también de la resonancia de los significantes en el cuerpo, del ritmo, la importancia que tiene el ritmo en cuanto a la marca de una expresión sonora. Aquí hay una serie de conceptos que están muy bien organizados, y cruzados diría yo, que van del sonido y el valor significante. ¿No podríamos pensarlo al revés, digo yo? ¿No será que es el significante el que genera la diferencia de los sonidos? Yo me preguntaba esto mientras leía lo que ella iba diciendo, pero resulta que, hablando de ritmo, sonido y significante, encontré la respuesta inmediatamente. Me preguntaba si no podía pensarse al revés, ¿no será que es el significante el que genera la diferencia de los sonidos? Pero, sigo con ella, y vamos a encontrar respuestas. “El ritmo instituye el tiempo y el espacio”, encuentro una compañía para mi pregunta en lo que sigue, fíjense cómo ella me responde a la pregunta: “El valor significante está en la diferencia entre un sonido y otro”. Yo creía que estaba leyendo que el sonido, de alguna manera, estaba por fuera del significante. Cuando seguí avanzando, en el párrafo siguiente, evidentemente el ritmo del texto lleva a la respuesta de mi pregunta. “Habría en el ritmo un ordenamiento simbólico que incluye el tiempo y el espacio, y que es previo a la significación, pero no al significante”.

viernes, 11 de agosto de 2017

martes, 11 de julio de 2017

viernes, 7 de julio de 2017

jueves, 15 de junio de 2017

Fragmentos de Oscar Gonzalez en la Presentación del Libro "Pubertadolescencia"



Yo le agradezco a Adelfa que me haya permitido leer de esta manera el texto, con este compromiso. Me ocurrió algo que, como lector, seguramente, le va a ocurrir a más de uno, y desearía que así fuere, que es que, cuando terminé de leer el libro, estaba casi todo subrayado. 

Comienza con un no prólogo. Sorpresivamente me encontré con el título del prólogo como no. La importancia del no en la clínica y la importancia del no en la teoría psicoanalítica es muy importante. Ella dice que la negación no implica una contradicción sino que señala un antes y un después. Y yo creo que así es, cuando terminé el libro asistí a una especie de acontecimiento de la lectura o producto de la lectura.

El libro interroga el lugar del adolescente púber -ya Liliana lo dijo, de manera indistinta, y propuso también alguna observación al respecto- en la constitución del sujeto mismo. Me parece que esto es toda una apuesta que ella hace. También nos recuerda que “pubertad” es un término que viene más de la medicina y “adolescencia” más de la psicología.

Encuentro que este libro tiene un punto que es el corazón del libro, lo voy a retomar varias veces, que lo dice de este modo: “En todo caso se trata del sujeto lacaniano, que es el mismo en cualquier edad. Será el tiempo del aprés coup el que va a permitir el pasaje del cuerpo del niño polimorfo perverso, tal como lo nombraba Freud, al cuerpo del adolescente.” Este pasaje creo que va a ser como la columna vertebral de todo el libro.

La autora nos dice que el lugar de la pubertad en la construcción de la realidad, que recién mencionaba Liliana, y la sexualidad, el fantasma de un sujeto en esa segunda vuelta, esta segunda vuelta sostiene el deseo hacia el objeto que, a su vez, define la elección sexual. O sea que la construcción o el alcance de esta segunda vuelta no es un hecho cualquiera sino que sostiene el deseo hacia el objeto que, a su vez, define la elección sexual.

Respecto del sujeto, nos recuerda en un capítulo “El sujeto es efecto, es decir que el sujeto no está en el origen. Cada acontecimiento significante deja una marca que inicia una serie que, en su repetición, da cuerpo a lo que es solo borde.” Y concluye, en otro tramo, “Si deseo, hay sujeto, si no, no”. Esa es la importancia que le da a la posibilidad de que el sujeto asuma el deseo, es decir, la castración del Otro. Creo que ahí está la base.

Nos va a hablar de muchos temas, por qué ocurren tantos brotes o descompensaciones o lo que fuere en la adolescencia, porque es un tiempo de vulnerabilidad, por este pasaje mismo del que estamos hablando. Preguntas que son propias de quien está tomado por la clínica, como esta: ¿Qué nombre le pongo a esto que me está pasando? Son preguntas que hemos escuchado de los pacientes, ¿Qué hago con esto que me está ocurriendo? Lo formulen tal cual o no, son preguntas que evidencian y dan testimonio de quien está trabajando con adolescentes y púberes. ¿Qué ocurre con esta eyaculación? ¿A nombre de qué cuerpo le adjudico esto que experimento? Esta extrañeza que se escucha con frecuencia en la práctica con estos pacientes."

miércoles, 7 de junio de 2017

Fragmentos Liliana Donzis en la Presentación de "Pubertadolescencia"


"Agradezco a Adelfa nuevamente la invitación para presentar su libro “Pubertadolescencia”, de ediciones Xoroi. Este libro pone a prueba varios años de trabajo y dedicación de Adelfa al tema, sobre adolescencia. Sin embargo, leyendo y disfrutando de las letras que nos ofrece, me doy cuenta de que su tesis, la que desarrolla en este texto, comienza desde el mismo título del libro. Es así que una creación nos espera, una palabra nueva que suma dos conceptos, pubertad y adolescencia.
En el no prólogo, como titula al prólogo, nos dice que el término púber o adolescente nos orienta hacia un lugar que, si bien es equívoco, se puede ir torciendo en el recorrido.
Ese significante nuevo a priori trasunta que ambos, pubertad y adolescencia, siguen la misma pista. 

(...) Hay además unos capítulos muy interesantes en los que plantea la cuestión de la presencia del analista en estos tratamientos, que, por otro lado, creo que muchos de nosotros ya sabemos que tienen una especificidad, pero que, yo diría, tienen una problemática propia dentro del análisis. Desde la presencia de los padres, si sí o si no y cuándo, hasta las dudas que traen, los pasajes al acto, los acting out, cualquier consultorio en el que se trabaje con adolescentes está regado de estos paradigmas.

(...) A mí me gustaría destacar cómo Adelfa formaliza, pone en términos formales, en este caso topológicos, la experiencia de esto que ella está pensando entre púberes adolescentes, o más bien púberesadolescentes. Trabaja superficies topológicas para asentar las escrituras. Fundamentalmente lo que quiero leerles es el plano proyectivo y el cross cap. El capítulo me interesó muchísimo, y, para mí, el título pone la nota y el tono del libro. “La pubertad es un acontecimiento estructurante. Ocupa un lugar especial en la construcción del espacio y el tiempo para el sujeto parlante. Lo que ocurre en la pubertad y cómo ocurra va a incidir en la neurosis del sujeto. Es allí donde el objeto inadecuado que hace del cuerpo del niño perverso polimorfo se metamorfosea en el otro sexo, perdiendo así el acceso directo al objeto de goce.” 
Agrega Adelfa “Será el amor, el deseo, la seducción el instrumental para conseguir algo de la satisfacción. Si la castración es renegada, no hay metáfora de goce en el cuerpo del Otro ni búsqueda vacilante de lo que se desea, hay saber sobre el goce, sobre lo que produce la satisfacción, y allí entramos en el terreno de la perversión”. 

(...) Me generó un enorme deseo de seguir leyendo el libro, de seguir comentándolo, investigando, dialogando. Desde ya lo recomiendo, no solo para quienes trabajan con jóvenes sino también para los que se interesan en psicoanálisis, ya que en él encontramos las huellas y la lectura de cuestiones cruciales, así como los pasos clínicos necesarios en el abordaje de la cura en casos de difícil resolución.
Dialogar con Adelfa, con su libro, en su libro y dentro del libro será, entiendo, para todos, yo decía una experiencia, pero hoy aprendí que va a ser un acontecimiento. Muchísimas gracias. 

Liliana Donzis

viernes, 19 de mayo de 2017

No Prólogo

Estimados/as:
Les comparto algunos fragmentos del No Prólogo de "Pubertadolescencia. Elección sexual" como anticipo del contenido del libro que presentaré el lunes 29 de mayo a las 19.00hs. en la Sala David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua.

Desde ya les agradezco los comentarios, que son bienvenidos, y espero contar con ustedes en el evento.

Cariños,
Adelfa Jozami

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No Prólogo

A partir de Freud sabemos que la negación no implica la contradicción. No es esto lo contrario a un prólogo: negar es índice de algo, lo señala. ¿Qué señalo en éste caso? Que no hay un antes ni un después del logo; para el humano parlante todo comienza allí e intenta hacer con lo que se le escapa de ese campo que lo ordena.

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No tiene una mirada neutral: mi formación ha corrido por el cauce abierto por Freud y Lacan; esa es mi perspectiva.

El sujeto que abordo es el sujeto lacaniano. Ese sujeto, al ser lo que “un significante representa para otro significante”, no sabe lo que lo causa, y su cuerpo pulsional se ve afectado desde el inicio por el orden simbólico. Razón por la cual, durante un tiempo largo, el psicoanálisis lacaniano no se detuvo en la encrucijada de la pubertad: el sujeto con el que trabajábamos, barrado por el significante, debe ser el mismo a toda edad…

Pero ese malentendido deja de lado la cuarta dimensión: el tiempo. La temporalidad del sujeto, regida por el significante, construye las significaciones de su historia como nos enseñó Freud: “nachtraglich”, a posteriori. Luego de una segunda vuelta respecto a la marca que lo singulariza, el sujeto se efectúa. Por lo que, lógicamente, no es lo mismo escuchar a un niño, “perverso polimorfo” como los nombraba Freud, indicando que no había un objeto adecuado a sus goces, cuyos goces no lo definen de un sexo u otro; a un púber, cuyo cuerpo en crecimiento y movimiento rompe con los montajes que lo sostenían y simultáneamente debe optar por uno u otro lugar en el lenguaje, él-ella. O un adulto, cuyo discurso se ha estabilizado en un tipo de neurosis, o psicosis, en el que su deseo se encuentra ya atrapado en la Demanda del Otro o en el goce del Otro, según el caso..

Verán que uso los términos adolescente y púber indistintamente. Ocurre que nos encontramos optando por dos nominaciones que eluden lo singular. Púber designa a quien atraviesa un período marcado por lo biológico y es el nombre por el que optó Freud en tres ensayos para una teoría sexual al escribir la metamorfosis de la pubertad; adolescencia es el nombre que le ha dado fundamentalmente la psicología. Lo que Mauricio Knobel llamó “el síndrome normal de la adolescencia”, una serie de síntomas que se ubican en ésta época, entre los 11 y los 16 años, y luego pasan, sin que signifiquen una patología. Utilizar el término adolescente o púber, nos orienta hacia un lugar que, si bien es equívoco, se puede ir torciendo con el recorrido que haremos. Como en el chiste, por ejemplo, cuando una palabra se usa de otro modo.

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Supongo que este libro es, en definitiva, una de las formas resultantes del dejarme empujar, ser absorbida por ese enigma que insiste en convocarme: la pregunta por el lugar de la pubertad en la construcción de la realidad y la sexualidad, el fantasma de un sujeto, en esa segunda vuelta.

Para desplegar el recorrido de esta insistencia, y las diversas formas que encontré para enfrentarla, de una manera legible, es decir, que apunte a cierta transmisión posible, fui construyendo un camino que no busca presentar un saber en progreso, con complejidades crecientes. Más bien se trata de instantes, respuestas a las preguntas que sostienen nuestra clínica.
El recorrido irá mostrando cómo llegamos a la idea: que es en la pubertad donde ubico la segunda vuelta en la construcción del fantasma, lo que sostiene el deseo hacia el objeto que a su vez define la elección sexual.
Parto de la posición del analista porque es desde ese lugar que han sido formuladas mis preguntas y algunas respuestas, además de acentuar el lugar de la abstinencia en nuestro trabajo. Luego abordo al sujeto del psicoanálisis, sujeto barrado, dividido de lo que lo causa por el significante, lo que va mostrándonos que la sexualidad del humano parlante no tiene nada de natural y a su vez la difícil adecuación entre el sujeto y el cuerpo, el deseo y los goces, lógica del significante y lo que se le escapa, articulación imposible, sostenida por el fantasma, realidad espacio temporal que el sujeto y sus vicisitudes, habita.
A partir de la introducción del nudo borromeo RSI, abordaré algunos desencadenamientos propios de esta época de pasaje, sus salidas, “resoluciones”.
Desplegaré la idea de causa para entender los impasses en la pubertad, en la que el desgano puede imperar, y la conquista de un nuevo sentido, luego de su carencia.


lunes, 1 de mayo de 2017

Presentación de mi nuevo Libro



Estimados y estimadas:

Los invito a la Presentación de mi nuevo libro titulado "Pubert
adolescencia. Elección sexual" que se llevará a cabo el día 29 de mayo a las 19.00hs en la Sala David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua, avenida Las Heras 2555.

Presentarán la obra:

  • Liliana Donzis. Psicoanalista. Analista de la Escuela (AE) y Analista Miembro de la Escuela (AME) en EFBA.
  • Oscar Gonzalez. Psicoanalista. Analista Miembro de la Escuela (AME) en EFBA.

Finalizaremos la actividad con un brindis.

Los espero!!

Adelfa Jozami


martes, 25 de abril de 2017

Próximamente



Estimados/as:

Próximamente estaré presentando mi nuevo libro "Pubertadolescencia. Elección sexual" editado por Henry Odell, Xoroi Ediciones, España. Les dejo a continuación la contratapa del mismo como anticipo de los temas que aborda.
A la brevedad confirmaré la fecha, los presentadores y el lugar.

Me encantaría contar con su presencia.

Adelfa
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Este libro no recopila un saber sabido sobre la adolescencia. Sería más bien un encuentro contingente entre el psicoanálisis y la adolescencia, tal como la encontramos dicha por otros discursos —sociológicos, antropológicos, filosóficos y, sobre todo, analizantes—. Pretende transmitir lo que el adolescente le hace al psicoanálisis y cómo interviene el psicoanálisis en un sujeto que transita la pubertad. 
Es un testimonio de la autora sobre la articulación entre su práctica, su formación psicoanalítica lacaniana y la época. Se ve orientada por el enigma que representa la pregunta por el lugar de la pubertad en la construcción de la realidad y la sexualidad, el fantasma de un sujeto. El recorrido irá mostrando como es allí donde ubica la segunda vuelta en la construcción del fantasma, lo que sostiene el deseo hacia el objeto, que define la elección sexual.
Intenta responder a algunas preguntas sobre el lugar que la pubertad/adolescencia tiene en la constitución de un sujeto: en sus identificaciones, sus goces, su realidad fantasmática; ya que no todo está dicho con el Edipo, esa primera vuelta: hacen falta dos vueltas para que el sujeto se inscriba en el discurso como hombre o como mujer. Para el humano parlante, su sexualidad, como veremos en el libro, no tiene nada de natural, no se orienta por sus instintos; para construir su frágil identidad masculina o femenina y adecuar sus goces a ella, depende de esta inscripción.
Los términos adolescente y púber se usan indistintamente. Se trata de optar por dos nominaciones que eluden lo singular… Utilizar el término adolescente o púber, nos orienta hacia un lugar que, si bien es equívoco, se puede ir torciendo con el recorrido a realizar.
En el decir poético de Joyce y de Mishima, la autora expresa el modo en que un decir hace al cuerpo pulsional. Le llama a esto resonancias, poniendo en juego el ritmo como el modo en que el cuerpo entra en lo simbólico permitiendo la sexuación.