domingo, 29 de marzo de 2020

¿Ir al analista es necesario?

El humano vive en el equívoco, carece de certezas. Esto es fuente de angustia. Uno de los modos que encuentra para eludirla es la negación.

En la neurosis, el sujeto va construyendo su realidad de tal modo que vela esa incerteza. A ese velo lo llamamos “fantasma”. El fantasma hace habitable a la vida, provee un marco que permite trazar coordenadas, configura un horizonte para ese sujeto que, de otro modo, debería“saber” todo el tiempo que no sabe sobre su futuro, no tiene armas suficientes contra los embates de la naturaleza. Ni siquiera tiene certeza de su género.

Este velo es atravesado cuando irrumpe algo real, como lo es esta pandemia (en tanto aún no está incorporada en la trama simbólica que ordena a la población mundial). Allí surge la angustia. No hay horizonte.

Si no se reconstruye la trama simbólica, la angustia deriva en desamparo, lo que lleva al pánico. La consciencia de la falta de saber cómo enfrentar a este enemigo, se desplaza al “Otro”: nadie “sabe” cómo resolverlo. Pánico.

Freud diferenciaba a la angustia del pánico. Al pánico se llega por vía del desamparo; se diferencia de la angustia por la pérdida de las coordenadas que daban sostén. No se trata sólo de la impotencia del sujeto, sino también de la del Otro: el que podría proteger.

Por eso nos preguntamos, en plena cuarentena: ¿por qué hace falta un psicoanalista?

El psicoanalista llega a la experiencia de no tener un significante que lo signifique en el Otro. El analista, porque escucha sin saber, se pone en ese punto impropio que facilita la construcción de un saber singular.

El Psicoanalista no comprende ni explica: hace decir.

Si la trama simbólica no se reconstruye, si no hay saber que ese Otro pueda garantizar, mas allá de la angustia que nos hace saber que algo está pasando, aparece el desamparo, el ataque de pánico.


Otra forma de rechazo a la incerteza es la renegación. “Ya sé que hay pandemia, pero aun así… salgo, hago lo que quiero, a mí no me va a pasar… y si me pasa, no importa,tengo una buena cobertura médica…”.

Este es el mecanismo propio de la estructura perversa. No hablamos de personas perversas, sino de la estructura de la perversión.

En la neurosis, ese agujero en el saber puede sustituirse o desplazarse por la confianza en quienes dirigen los destinos de la población, si es que lo hacen con solvencia, mostrando sensibilidad social en sus decisiones, rodeados de investigadores, médicos, científicos, personas que piensan en el destino de la humanidad. El pánico ahí desaparece: se puede implementar la espera, la colaboración.

Cuando el mecanismo que surge es la renegación, esa confianza no se produce, por lo que cumplir con las indicaciones regulatorias es tomado como sumisión y la respuesta es: “hago lo que quiero” o “no tengo que dar explicaciones”, sin comprender el alcance del compromiso social que está en juego.

También hay quienes están a mitad de camino entre la negación neurótica y la renegación: aún no han podido captar la dimensión de lo que es una comunidad. Por eso,el modo de comunicar es fundamental. Ni totalitarismo, ni liberalismo. Se trata del bien común.

El psicoanálisis, sí, tiene que ver con el bien común. “Ir al psicoanalista”, puede no ser necesario pero hace falta.

La tecnología ha extendido los dominios del cuerpo, se ve mas lejos, se escucha mas lejos…Es oportuno usar la tecnología para evitar que se interrumpa en éste tiempo de aislamientos, una práctica que lidia con el pánico que surge cuando la negación no alcanza. Cuando la falta de certeza sobre el porvenir singular, social, cultural irrumpe en las subjetividades.

Para que no prime la única certeza que tiene el humano: la muerte.

Adelfa Jozami