El saber es lo que responde a las preguntas que nos
formulamos. Pero, ¿a quién hacerle estas preguntas? Cuando hablamos de sujetos
que buscan el saber en el Otro, estamos hablando de quienes pueden orientar sus
preguntas hacia un buen lugar. Esa “buena orientación” deriva del estar situado
respecto de los acontecimientos, pudiendo articular lo Real, lo que irrumpe no
simbolizado; lo Imaginario, la escena que nos podemos representar, y lo
Simbólico, lo que nos permite encontrar la lógica de lo que ocurre. No hay que
pedirle peras al olmo mucho menos a las fake
news.
Hay quienes no encuentran su lugar en el Otro, el psicótico
por ejemplo, que se responde a sus interrogantes con un delirio. A propósito de
esto, circula una especie de chiste en las redes, con seis columnas de palabras
que hay que unir usando los últimos 6 números del DNI. Las frases resultantes
son desopilantes, bastante parecidas a lo que podría ser el delirio de un
psicótico, pero también similares a las que algunos plantean como verdades respecto
de las causas de esta pandemia.
¿Qué diferencia un delirio de una explicación o razonamiento
que dé cuenta de una pregunta? El delirio se cierra en sí mismo, se explica a
sí mismo todo, no hay lo “indecidible”. Es pura certeza. Muy diferente a lo que
encontramos en el saber científico, donde todo está cuestionado de entrada, y
hay que probarlo.
Lo enorme del interrogante actual excede al Covid-19 y sus
preguntas nos atañen a un nivel más profundo que las típicamente asociadas a un
virus o una enfermedad: ¿cuándo veré y abrazaré a mis seres queridos?, ¿cuándo
podré compartir con otros un evento musical o de cualquier tipo?, ¿cuándo me
compraré algo solo porque me gusta? …¿Y si me infecto?, ¿qué me ocurrirá?
Esta enormidad se verifica en las innumerables teorías,
algunas delirantes, que inundan los medios, de ¿información? ¿Comunicación?
Es una “buena orientación” que, en este tiempo, el saber se
busque en la ciencia. Pero no podemos esperar todo de los científicos. Hace
falta el acto que incide sobre ese real y marca la diferencia. Y todo acto es
político.
Hay epidemiólogos que plantean que hasta que surja una vacuna
nos infectaremos muchos, el 60 o 70%, o todos, dicen otros. Tal vez tengan
razón pero, por ejemplo, Alemania no tomó las mismas medidas que Suecia, y por
supuesto no puede ser lo mismo para América Latina, para
Argentina. La falta de inversión que ha habido en salud, en investigación, en
alimentación, hace la diferencia a la hora del acto, aunque el virus sea el
mismo.
El acto es la medida que en este caso quien gobierna debe
tomar para intervenir en lo real. Es un corte que puede dejar que queden
algunos adentro y otros afuera. Que algunos vivan y otros mueran.
El acto, que es político, marca la diferencia.
Adelfa Jozami