jueves, 3 de diciembre de 2020

... Maradooo...


Como aprendí a entender por Lacan -Otro que da qué hablar-, el vacío es lo que empuja a hacer algo con el lenguaje. En lógica el verbo es el único término que no puede estar vacío, cuando el verbo falta se hace argumento. ¿Qué verbo deja vacío la ausencia de El Diego? Nos lo irá diciendo el mito que se construye. 

¿Quién es Maradona? ¿Un santo?, ¿un héroe trágico?, ¿un artista? ¿Un verbo? Es inconmensurable, no hay medida ni orden simbólico que lo contenga: se iba de los bordes. Hacía sentir cosas, a quienes lo veían jugar, que nunca habían sentido; inscribía en cada uno su nombre a esas sensaciones parecidas a la felicidad.

En un primer momento el vacío unió a casi todos, o mejor, a todos los que vieron en los otros el mismo dolor y lo pusieron arriba de todo. Si alguien hacía cálculos, quedaba afuera. Esa unión hacía pensar que ese vacío produciría cohesión, era la ilusión de la última jugada, todos unidos; simbolizado por una imagen conmovedora de un hincha de Boca y uno de River llorando abrazados. Es una utopía que sólo Maradona consiguió por un instante. Sin embargo, no creo que dure. Dios era él, los demás son humanos que querrán repartirse a Maradona.

Hay una parte mítica y al menos otra propia de la sociedad de consumo. En este caso, están entrelazadas. En esta secuencia, ayer escuché a muchos conmovidos porque Messi, luego de un gol, se sacó la camiseta del Barcelona y dejó a la vista la de Newell’s que usaba Diego; hoy leí que hay un conflicto entre Nike y Adidas por eso. En este caso, lo mítico y el “mercado” están entrelazados. Cada minuto del último tiempo de Maradona, contado por todos los testigos y los testigos de los testigos, vale; y a su vez construye el mito que favorecerá el duelo.

La elaboración del duelo, esa trama que Freud nos enseñó que se va construyendo para que el vacío que deja ese ser que nos ha dado felicidad, nos ha mirado, hablado con amor, no nos trague.

En un duelo individual se recorren durante un tiempo los últimos días, lo que dijo, cómo nos miró, tratamos de recordar su voz, qué habrá sentido, qué habrá pensado… ¿sabría que iba a morir? ¿Las piezas se podrían haber movido de otra manera y el resultado hubiera sido otro? ¿Le dije todo lo que le quería decir? Se recorre cada minuto de ese pasaje imposible de concebir que es el de la vida a la muerte. Tiene que decirse. Hacerse decir.

Ahora el duelo es colectivo. Los que no entendían por qué “tanto lío por Maradona” ven, en la reacción de la gente, su dolor, su poesía, algo que, si son sensibles, entienden.

Maradona entendía bastante el lugar que ocupaba y lo enojaba la mezquindad de los cercanos; él tenía que ser para todes.

Ahora el duelo es de una comunidad. Pero ¿cuál es el rasgo común que articula a esta comunidad? No es la Argentina, ya que repercutió en todo el mundo, no solo en las noticias sino en el cuerpo de muchos, pero no todos. Tal vez ya podemos registrar cuáles son algunos de los rasgos de esa comunidad: los artistas que crean mundos nuevos, los deportistas éticos, los solidarios, los fuera de serie… Llevará un tiempo saber en qué comunidad Diego dejó un vacío que hará una trama que la consolide.

La ilusión de que esa comunidad sea toda ya se va diluyendo, no solo por los reclamos del mercado, también hay quienes cuestionan el velorio de Diego. Como dice Byung- Chul Han, estamos en un tiempo de disincronía. Otros tiempos, unos querrían que el tiempo de despedida dure, otros lo forcluirían, como si no hubiera sido.

El tiempo del velorio era imprescindible, una especie de sincronización de los tiempos para “enterarnos” de su muerte. Hay quienes cuestionan ese evento poniéndolo en paralelo a las críticas que recibían las manifestaciones anticuarentena, un encuentro de anti todo, donde lo que prima es el odio y la falta de solidaridad. Hay quienes no corresponden a ninguna comunidad, solo a la de “Yo” y se agrupan. De todos modos, aunque rechacen este duelo, aunque haya goce frente a esta muerte, como en nuestra comunidad lo ha habido en otros tiempos con los desaparecidos, hay algo de lo humano que está implicado en este duelo.

La comunidad en la que Maradona dejó un vacío, hará con el lenguaje una trama, un mito que la consolidará como tal.


Adelfa Jozami

Psicoanalista

30/11/2020

El Encubrimiento. ¿Rasgo de la moral recoleta?

La reaparición del caso MMGB a través de una serie documental hizo reaparecer este artículo, escrito en 2003

Si bien como todo lector de diarios o espectador de noticiosos estoy tomada por el “caso M.M.G.B.”, mis elucubraciones me llevaron a otro lugar que el de apostar por quién fue el asesino. También es cierto que varias generaciones, entre las cuales me cuento, se vieron atravesadas por la prolífica producción de Agatha Christie, caracterizada por asesinatos ocurridos en sitios cerrados, donde el autor, necesariamente era “uno de ellos” y donde cada lector, capítulo a capítulo, iba apostando por posibles homicidas, siguiendo a H.P. y sus equívocas señales. Más allá del fenómeno social que implica que una gran mayoría se vea “llevada” a interesarse por algo que guarda un enigma bien delimitado (también nos pasa con las elecciones, aunque sostengamos “que se vayan todos”, o con los campeonatos de fútbol aunque no nos interesen). Lo que llamó mi atención fue una frase de un periodista del diario La Nación que exculpaba el notorio encubrimiento que había realizado la familia diciendo que se debía a que era una familia recoleta… Veamos, primera hipótesis: si el encubrimiento, que es un delito, deja de serlo o se justifica por ser ésta una familia “recoleta”, el encubrimiento es aquí un rasgo de lo que llamaríamos “clase recoleta” (clase en el sentido matemático).

Que hubo encubrimiento, no hay la menor duda, nadie le saca de entre los cabellos a un muerto por fractura de cráneo, aunque no suponga un homicidio, un fragmento metálico y lo tira por el inodoro; ya que claramente hay una relación entre el objeto metálico y el agujero en el cráneo, tirarlo implica necesariamente querer eliminar esa relación. Como dice el diccionario y tratándose de un verbo, encubrir se refiere al acto por el cual se oculta, disimula o evita echar luz sobre un hecho. Hay sobrados elementos para hablar de encubrimiento, aunque este hecho me resultó el más elocuente, el que, vaya paradoja, no me entraba en la cabeza. ¿Es que no pensamos igual esta “mayoría” atraída por el homicidio, que los llamados recoletos?

Cuando planteaba que esto me había llevado a otro lugar, es porque ya no me importaba si el asesino era o no de la flia., podría no serlo, lo que haría aún más incongruente y notorio el encubrimiento. Si se trataba de ocultar al asesino, sería al menos más lógico, si no ¿qué encubren?.

Es por esto que hablo de rasgo. El rasgo transmite la filiación, la línea generacional, hace a la identidad de un sujeto, precisando para que se convierta en rasgo filiatorio de al menos tres generaciones. Si es un rasgo que se transmite y por lo tanto inconsciente precisa ser develado.

El problema consiste en que, si hay ley, y ésta tiene una letra que ha sido desestimada por tratarse de una flia. recoleta, estamos frente a una de las situaciones que motorizan la corrupción. En este caso singular, la brecha que permite el develamiento la produce un medio hermano de la víctima, que actuó por fuera de los pactos de clase, actuó con la ética del amor.

En nuestro país se está produciendo algo equivalente al "destape", esas cosas que eran así “por naturaleza” se están cuestionando, se están develando. La corrupción parecía una palabra difusa, difícil de situar, ligada exclusivamente a los políticos que, utilizando su lugar, desviaron fondos del bien común a la propiedad privada. Pero ésta es solo una arista de la estructura de la corrupción, a la que debemos detectar en cada acto en que la letra de la ley sea corrompida.

En un Congreso reciente de Psicoanálisis, Hugo Levin dijo: “La corrupción produce carroña de la que se alimenta para subsistir- refiriéndose a los cadáveres insepultos-, allí la ley no rige y esto puede asimilarse al hecho psicótico”.

El encubrimiento no es una arista menor, oscurece, evita al saber, favorece el oscurantismo. Por otra parte, como decía más arriba, encubrir evita la relación entre lo encubierto y el hecho, es decir corta los lazos que indican la culpa y responsabilidad, raíz de la impunidad.

Dostoievsky nos enseñó en Crimen y Castigo que la culpa articula un acto como que debe ser castigado, se ha cometido una falta y el castigo reintroduce al sujeto en la cadena social, en la ley. El costo que debe pagarse en nuestras sociedades para reinsertarse en la cadena es la cárcel o sanción correspondiente, de lo contrario, se favorece la corrupción, la muerte y la locura.

Adelfa Jozami

6 de enero de 2003 

jueves, 8 de octubre de 2020

Duelo y pandemia

El humano sufre una pérdida en el origen de su existencia. Las vicisitudes que ocurren para arbitrar el modo de hacer con la falta, consecuencia de esa pérdida, hacen al centro del derrotero del sujeto. Esta pérdida, que se va reiterando a lo largo de la vida, hace que el sujeto, según sus recursos, vaya haciendo los “trabajos de duelo” pertinentes. Los modos de “resolución” son singulares, pero atravesados por los modos familiares, los de época, los culturales, ideológicos…Los distintos tipos de ritos funerarios, por ejemplo, manifiestan los modos de elaborar los duelos propios de cada cultura.

Los modelos económicos también dan cuenta de cómo un grupo humano puede o no arreglárselas con la falta primordial. En el capitalismo, en tanto no hay tiempo para que los objetos hagan su ciclo y la modalidad es el consumo, no hay otra salida que la acumulación: en el cuerpo, en las casas, en el garaje… A su vez, en la figura de la acumulación se concentra el ideal. La pérdida queda afuera (¿forcluída?, ¿renegada?), literalmente afuera: todo lo que manifieste la falta queda fuera del sistema. Sin embargo, en Japón, país capitalista, el ideal (representado por una autora que enseña a despojarse con arte de los objetos) parece ser los espacios; claro, es una isla, hay que hacer lugar…

El lugar que le damos a la falta, como causa o destino trágico, se verifica en diferentes culturas en el modo de hacer con sus muertos.

Los ritos funerarios permiten al ser humano asumir la muerte e incluir al ser querido fallecido en una cadena imposible entre la existencia y la inexistencia, y, a su vez, ubica al que los realiza en una genealogía. Lo aprendimos en la Tragedia a través de Antígona, hija, hermana, que entiende que hay una ley superior a la de la ciudad (me refiero a Colona), que dice que los ritos funerarios deben cumplirse.

Los ritos funerarios permiten, a través de la marca que se hará significante, hacer el trabajo de duelo, retejer con lazos libidinales la trama que dejó agujereada la muerte del ser querido.

En estos tiempos de pandemia, donde el aislamiento social es la única forma de prevenir el Covid-19, de apoco vamos viendo los efectos que trae. Menos caricias, menos abrazos y besos, más dolores: el cuerpo se manifiesta. También están los duelos de quienes fallecieron poco antes y durante la pandemia. Como los lazos, los duelos se vieron afectados al comienzo del aislamiento; los ritos que ordenan la despedida de nuestros seres queridos se vieron afectados. No se los puede acompañar en su lecho de muerte, deben permanecer aislados. Luego de un tiempo se implementó que los familiares los despidan por video llamada y, si no tenía covid, puede ser velado por no más de diez familiares…

Un tanatólogo de Rosario, Félix Cantón, cuya práctica es el servicio fúnebre, decía en una entrevista en un diario local: “Estoy triste, es frustrante para aquellos que queremos que la gente transite su duelo, llore, pueda ser contenido en su pena…”. Propone encontrar maneras de revisar los protocolos y acordar otros modos de cercanía. “Pero bueno, nadie quiere hablar de la muerte o pensar en ella…”, dice.

Lo que hay que transitar, el modo de la despedida, el rito funerario, permite el trabajo del duelo. Dejarlo afuera traerá consecuencias. Nos ha enseñado Lacan que lo rechazado en lo simbólico retorna en lo real. Esto es, pesadillas, alucinaciones… y duelos eternos.

 

ADELFA JOZAMI

jueves, 18 de junio de 2020

Libertades


La libertad es un concepto que acompaña al humano en su historia. Está ligado a otra palabra, no menos fundante del sujeto, que es emancipación.

A partir del siglo XVIII la libertad se eleva a la altura de la idea de Justicia e Igualdad, lo que dio lugar a nuevas formas de organización de la sociedad. La definición se fue precisando en el sentido de “llevar a cabo una acción de acuerdo a la propia voluntad”; el concepto fue consolidando la idea de valorar la ruptura a la sujeción de un sujeto por otro, desde el esclavo a sus sucedáneos. Así lo acentúa el derecho Romano, se trata de no estar sujeto a la voluntad arbitraria de otro.

No es mi intención hacer un recorrido erudito de los sentidos que ha ido acumulando, con el tiempo, la Libertad, solo recordar que podemos ser esclavos de muchos “tiranos”. La ignorancia y el sentido común son algunos de los nombres del tirano. “El tiempo es tirano” dice una frase y, en esta época, el tiempo de la cuarentena parece que está haciendo sentir, a quienes no registran que están cuidándose, tomando medidas beneficiosas para sí mismos y su comunidad, que son esclavos de ese tiempo.

Me interesa en primer término ubicar el concepto en relación al Psicoanálisis, especialmente desde Freud, para lo que compartiré un fragmento de mi libro El testimonio en la formación del psicoanalista. El capítulo se refiere a la estructura del chiste y la del sujeto. “Cuando comenzamos a leer el texto de Freud y recorremos las citas que él hace de una serie de autores que se habían abocado al trabajo del chiste, resalta por su reiteración la cuestión de la libertad que produce el mismo. En este primer tramo, esa libertad se refiere al efecto de sinsentido que produce la palabra novedosa en el chiste […] dice Freud: ‘Prestamos a un dicho un sentido y sabemos que lógicamente no puede corresponderle, encontramos en él una verdad que luego, ciñéndonos a las leyes de la experiencia o a los hábitos generales de nuestro pensamiento, nos es imposible reconocer en él…’ Lo primero que Freud señala respecto de la libertad es que esta se da en relación a un sentido, es decir una suspensión del sentido y caída del significado ligado con él que, aunque luego vuelve a reconstituirse en otro lugar, produce un efecto de libertad”. Evidentemente Freud no ubica a la palabra libertad en el lugar de la voluntad de autodeterminación, más bien parece que el sujeto la encuentra cuando no está tan sujeto a los sentidos habituales. Voy a citar dos párrafos de Freud que sitúan el tema: “Nuestra moral es únicamente la egoísta prescripción de una minoría de ricos y poderosos que pueden satisfacer a toda hora, sin aplazamiento alguno, todos sus deseos”. La libertad que la clase dominante tendría para satisfacer sus deseos nos recuerda a lo que Lacan cita de Sade en Kant con Sade  respecto de los derechos del hombre: “Es porque ningún hombre puede ser de otro hombre la propiedad, ni de ninguna manera el patrimonio, por lo que no podría hacer de ello pretexto para suspender el derecho de todos a gozar de él cada uno a su capricho”… Lo dijo Sade. Dice Lacan: “Es pues sin duda el Otro en cuanto libertad, es la libertad del Otro lo que el discurso del derecho al goce pone como sujeto de su enunciación. Para Freud se trata de otra libertad.” Dice Freud a continuación de la cita anterior: “Debemos ligar nuestra vida con la de los demás e identificarnos con ellos de tal modo que la brevedad de la propia duración resulte superable. Pensando así, no debemos intentar a toda costa la satisfacción de nuestras necesidades, aun por caminos indebidos, sino que deberemos dejarlas insatisfechas, dado que solo la perduración de tantos deseos incumplidos puede desarrollar un día poder suficiente para transformar el orden social.” Freud.

El goce absoluto queda perdido. La posible vida en sociedad se asienta en una pérdida.

La libertad entonces no puede ser el goce sin restricciones, siempre hay pérdida.

Una curiosidad, en inglés libertad es freedom, tiene la misma raíz que miedo, afraid, pero con el prefijo que lo pone en contraposición, ser libre es no tener miedo….muy sugerente de las propuestas gubernamentales para combatir la pandemia.

Podemos deducir cuál es el concepto de libertad al que se alude en un reclamo en el que se  quejan de una pérdida, leyendo en qué consiste lo perdido. En un tiempo no tan lejano, fue la libertad para comprar dólares, la promesa de liberar el mercado representó uno de los motivos de la elección de gobernantes. “Elijo al que me da la libertad de comprar dólares”, aunque, en gran parte de los casos, llegado el momento ya no tenía con qué comprarlos.

Hoy, la representación del encierro hace decir “No me dejan salir. No soy libre de salir”. ¿En qué realidad se ubica quién piensa eso hoy? Claramente, no en una pandemia. 

Adelfa Jozami

martes, 12 de mayo de 2020

El saber y el acto

En épocas donde el saber falta, como nos lo ha enseñado el psicoanálisis, no está de más recordar que el sujeto busca el saber en el Otro. Lo que constituye al sujeto, lo antecede.

El saber es lo que responde a las preguntas que nos formulamos. Pero, ¿a quién hacerle estas preguntas? Cuando hablamos de sujetos que buscan el saber en el Otro, estamos hablando de quienes pueden orientar sus preguntas hacia un buen lugar. Esa “buena orientación” deriva del estar situado respecto de los acontecimientos, pudiendo articular lo Real, lo que irrumpe no simbolizado; lo Imaginario, la escena que nos podemos representar, y lo Simbólico, lo que nos permite encontrar la lógica de lo que ocurre. No hay que pedirle peras al olmo mucho menos a las fake news.

Hay quienes no encuentran su lugar en el Otro, el psicótico por ejemplo, que se responde a sus interrogantes con un delirio. A propósito de esto, circula una especie de chiste en las redes, con seis columnas de palabras que hay que unir usando los últimos 6 números del DNI. Las frases resultantes son desopilantes, bastante parecidas a lo que podría ser el delirio de un psicótico, pero también similares a las que algunos plantean como verdades respecto de las causas de esta pandemia.

¿Qué diferencia un delirio de una explicación o razonamiento que dé cuenta de una pregunta? El delirio se cierra en sí mismo, se explica a sí mismo todo, no hay lo “indecidible”. Es pura certeza. Muy diferente a lo que encontramos en el saber científico, donde todo está cuestionado de entrada, y hay que probarlo.

Lo enorme del interrogante actual excede al Covid-19 y sus preguntas nos atañen a un nivel más profundo que las típicamente asociadas a un virus o una enfermedad: ¿cuándo veré y abrazaré a mis seres queridos?, ¿cuándo podré compartir con otros un evento musical o de cualquier tipo?, ¿cuándo me compraré algo solo porque me gusta? …¿Y si me infecto?, ¿qué me ocurrirá?
Esta enormidad se verifica en las innumerables teorías, algunas delirantes, que inundan los medios, de ¿información? ¿Comunicación?

Es una “buena orientación” que, en este tiempo, el saber se busque en la ciencia. Pero no podemos esperar todo de los científicos. Hace falta el acto que incide sobre ese real y marca la diferencia. Y todo acto es político.

Hay epidemiólogos que plantean que hasta que surja una vacuna nos infectaremos muchos, el 60 o 70%, o todos, dicen otros. Tal vez tengan razón pero, por ejemplo, Alemania no tomó las mismas medidas que Suecia, y por supuesto no puede ser lo mismo para América Latina, para Argentina. La falta de inversión que ha habido en salud, en investigación, en alimentación, hace la diferencia a la hora del acto, aunque el virus sea el mismo.

El acto es la medida que en este caso quien gobierna debe tomar para intervenir en lo real. Es un corte que puede dejar que queden algunos adentro y otros afuera. Que algunos vivan y otros mueran.

El acto, que es político, marca la diferencia.

Adelfa Jozami



viernes, 24 de abril de 2020

La formación del analista. Supervisiones online.

La supervisión constituye uno de los pilares en la formación del Psicoanalista, y su modo de transmisión deriva de las características del psicoanálisis. El psicoanálisis sólo opera en transferencia, es por esto que no puede ser enseñado teóricamente en su totalidad. No se trata de una técnica que implicaría un saber sabido que solo hay que impartir: implica al analista como sujeto dividido, por lo que es necesaria la escucha de otro analista.
Cuando hablamos de abstinencia nos referimos a abstenerse del fantasma del que lleva adelante la cura, para no resistir la gramática que ordena la realidad del analizante. Es por esto que también solemos llamar a esta práctica análisis de control.


La propuesta:

Dada la situación actual, donde la distancia social es el remedio, decidí realizar la práctica de la supervisión de forma online. Los interesados pueden estar en cualquier instancia de su formación, ya que la práctica de control o supervisión atraviesa todos los momentos de formación del analista. El trabajo que haremos consistirá en la presentación por parte del “supervisante” de un fragmento de su clínica que lo interrogue. De allí se desplegará el trabajo sobre las dos formas del no saber: el referido a la transferencia, que puede estar impidiendo escuchar, o el referido a la problemática del analizante.

Para combinar un horario:  adelfa.jozami.psicoanalisis@gmail.com o  por Whatsapp al 11 6263 3997

martes, 21 de abril de 2020

La Angustia. Grupo de Formación 2020.

Hola a todes!

Como les informé oportunamente, este año el grupo de formación hará eje en la angustia, afecto que ha articulado al psicoanálisis, de Freud a Lacan.

Dada la situación actual, donde la distancia social es el remedio, decidí realizar el grupo de manera online a través de alguna de las plataformas disponibles (Zoom, Google Hangouts, etc.)

A las preguntas que nos guiarán, y que detallo a continuación, las articularemos con los efectos que este real, la pandemia, produce en las subjetividades y, simultáneamente, su incidencia en las transferencias.

Si les interesa participar, pueden comunicarse conmigo a adelfa.jozami.psicoanalisis@gmail.com indicando nombre y algunos datos que consideren significativos de su formación. Luego les enviaré las coordenadas para acceder a la reunión. 

El comienzo será el 8 de mayo. Las reuniones serán de 10:30hs a 12hs, viernes por medio. El costo es de $600 por reunión. Se podrán pagar por transferencia las 8 reuniones en cualquier momento del desarrollo del curso.

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La Angustia. Grupo de formación 2020

Si la angustia es un afecto propio de la neurosis, ¿por qué la demanda es a la psiquiatría? ¿Por qué se busca frenarla con medicamentos?

Nos encontramos con esta paradoja que conviene desplegar.

El afecto es una manifestación de la pulsión. Freudianamente hablando, cuando la pulsión no encuentra una representación para manifestarse, el Quantum de afecto, energía pulsional no ligada a representaciones, es lo que la manifiesta. Freud, en sus textos metapsicológicos de “La represión”, de 1915, y “El inconsciente”, plantea al afecto como la traducción subjetiva de la cantidad de energía pulsional.

Es probable que al haber dejado de lado el tema del Quantum se haya perdido de vista la importancia del despliegue de la angustia en transferencia. Pero es de esa energía de la que dispone el sujeto para articular las representaciones que sostendrán el deseo.

Lejos está el psicoanálisis de hacer un elogio de la angustia, aunque sabe que es sólo pasando por allí que accederá el sujeto al deseo.

Es “lo que no engaña”, por lo que constituye una vía de acceso a la verdad del sujeto.

Es lo que permite condescender el goce al deseo. Siendo el deseo donde el sujeto se manifiesta y se sostiene.

No es lo mismo para el sujeto eliminar la angustia con un medicamento que atravesarla en análisis, en transferencia.

Para desplegar estas afirmaciones y abordar el destino de la angustia al final del análisis, les propongo conformar un grupo de formación, durante 8 reuniones, para trabajar la concepción de la angustia de Freud a Lacan y, con estos elementos, resolver la paradoja.


Los temas se desarrollarán en esta secuencia:

1 - La angustia como afecto. Su relación a la pulsión. ¿A qué llamaríamos hoy Quantum?
2 - La angustia y el deseo del Otro. Ataque de angustia. Ataque de pánico.
3 - La angustia entre el goce y el deseo.
4 - ¿Cuándo surge la angustia? Lo especular. La representación. El objeto de deseo.
5 - La angustia y el fantasma. La función de la falta. El agujero irreductible. Superficies topológicas.
6 - La certeza en la angustia. La interpretación. El corte.
7 - La angustia que lleva al análisis. La angustia en el análisis.
8 - La angustia al final del análisis. El entusiasmo.


Se propiciará una reunión final de presentación de trabajos


domingo, 29 de marzo de 2020

¿Ir al analista es necesario?

El humano vive en el equívoco, carece de certezas. Esto es fuente de angustia. Uno de los modos que encuentra para eludirla es la negación.

En la neurosis, el sujeto va construyendo su realidad de tal modo que vela esa incerteza. A ese velo lo llamamos “fantasma”. El fantasma hace habitable a la vida, provee un marco que permite trazar coordenadas, configura un horizonte para ese sujeto que, de otro modo, debería“saber” todo el tiempo que no sabe sobre su futuro, no tiene armas suficientes contra los embates de la naturaleza. Ni siquiera tiene certeza de su género.

Este velo es atravesado cuando irrumpe algo real, como lo es esta pandemia (en tanto aún no está incorporada en la trama simbólica que ordena a la población mundial). Allí surge la angustia. No hay horizonte.

Si no se reconstruye la trama simbólica, la angustia deriva en desamparo, lo que lleva al pánico. La consciencia de la falta de saber cómo enfrentar a este enemigo, se desplaza al “Otro”: nadie “sabe” cómo resolverlo. Pánico.

Freud diferenciaba a la angustia del pánico. Al pánico se llega por vía del desamparo; se diferencia de la angustia por la pérdida de las coordenadas que daban sostén. No se trata sólo de la impotencia del sujeto, sino también de la del Otro: el que podría proteger.

Por eso nos preguntamos, en plena cuarentena: ¿por qué hace falta un psicoanalista?

El psicoanalista llega a la experiencia de no tener un significante que lo signifique en el Otro. El analista, porque escucha sin saber, se pone en ese punto impropio que facilita la construcción de un saber singular.

El Psicoanalista no comprende ni explica: hace decir.

Si la trama simbólica no se reconstruye, si no hay saber que ese Otro pueda garantizar, mas allá de la angustia que nos hace saber que algo está pasando, aparece el desamparo, el ataque de pánico.


Otra forma de rechazo a la incerteza es la renegación. “Ya sé que hay pandemia, pero aun así… salgo, hago lo que quiero, a mí no me va a pasar… y si me pasa, no importa,tengo una buena cobertura médica…”.

Este es el mecanismo propio de la estructura perversa. No hablamos de personas perversas, sino de la estructura de la perversión.

En la neurosis, ese agujero en el saber puede sustituirse o desplazarse por la confianza en quienes dirigen los destinos de la población, si es que lo hacen con solvencia, mostrando sensibilidad social en sus decisiones, rodeados de investigadores, médicos, científicos, personas que piensan en el destino de la humanidad. El pánico ahí desaparece: se puede implementar la espera, la colaboración.

Cuando el mecanismo que surge es la renegación, esa confianza no se produce, por lo que cumplir con las indicaciones regulatorias es tomado como sumisión y la respuesta es: “hago lo que quiero” o “no tengo que dar explicaciones”, sin comprender el alcance del compromiso social que está en juego.

También hay quienes están a mitad de camino entre la negación neurótica y la renegación: aún no han podido captar la dimensión de lo que es una comunidad. Por eso,el modo de comunicar es fundamental. Ni totalitarismo, ni liberalismo. Se trata del bien común.

El psicoanálisis, sí, tiene que ver con el bien común. “Ir al psicoanalista”, puede no ser necesario pero hace falta.

La tecnología ha extendido los dominios del cuerpo, se ve mas lejos, se escucha mas lejos…Es oportuno usar la tecnología para evitar que se interrumpa en éste tiempo de aislamientos, una práctica que lidia con el pánico que surge cuando la negación no alcanza. Cuando la falta de certeza sobre el porvenir singular, social, cultural irrumpe en las subjetividades.

Para que no prime la única certeza que tiene el humano: la muerte.

Adelfa Jozami

viernes, 21 de febrero de 2020

VIOLENCIA IMPUNIDAD MUERTE

La conmoción que provocó el acontecimiento, la tragedia en Villa Gesell, nos dice, que desconocemos aún mucho del humano y su vida en sociedad. 

La pregunta que podemos hacernos en éste caso en que nos enfrentamos a una acción insensata y brutal, no es la de entender y explicar qué pasó según nuestro conocimiento, sino, cuál sería el acto que lleve a un corte, a un “nunca mas”. A que no se propicie el espacio para que sea posible. La conmoción social también nos dice que como sociedad, si hay Estado que recoja el guante, es posible que algo cambie. Por supuesto que la violencia es inherente al humano, pero también lo es la búsqueda de lo civilizatorio. Como sucedió con el soldado Carrasco o María Soledad Morales u otros casos de trata de personas, o los 30000 desaparecidos. 

Como nos enseñó Freud en Totem y Tabú, una vez muerto el padre que poseía la suma de los goces, para evitar la fratría, tenía que haber lo intocable, lo prohibido: matar, el incesto. Esto da comienzo a una posible vida en sociedad. Luego vienen la leyes y las instituciones que las sostienen. El goce absoluto queda perdido, la civilización. La posible vida en sociedad se asienta en una pérdida. 

Tomo por aquí porque no creo que sea posible interpretar éste hecho como equivalente a un rito de pasaje de adolescente a “hacerse hombre” como puede ocurrir entre los 13 o 14 años, en primer término porque la mayoría de los que participaron ronda los 20 años; tampoco está dentro de los emblemas masculinos el pegar a alguien que ya está reducido; parece que el horizonte era otro. Así como en algunos sitios acentuaban el horizonte de Fernando respecto al deseo de ser abogado, circulaba un mensaje de uno de los victimarios antes de ir a VG que decía que irían a romper lo que no habían logrado el año anterior. Horizontes. 

Del lado de las instituciones hay agujeros respecto a lo que deberían proteger. Del lado del sujeto me interesa pensarlo como la búsqueda de impunidad, como búsqueda de un goce absoluto, sin pérdida. 

En una novela de Y. Mishima: El marino que perdió la gracia del mar, como sucede con la literatura, se pueden leer, algunas respuestas a las preguntas que nos hacemos. Se trata de una pandilla, acá sí de preadolescentes de 13 años, cuyo líder tiene su delirio que remite a un goce absoluto: los genitales eran para copular con la vía láctea. Lo que lo hacía poderoso frente a los otros niños que desbordaban de curiosidad acerca del sexo. 

Un rasgo propio de la pubertad que refiere a la omnipotencia es la apatía. Dice Blanchot al respecto: Es el espíritu de negación aplicado al hombre que ha elegido ser soberano. Es oponerse a la espontaneidad de cualquier pasión, Dice Sade:…el alma pasa a una especie de apatía que se metamorfosea en placeres mil veces mas divinos que los que le procuraban las debilidades. 

Se hacen insensibles y por lo tanto crueles. 

Me refiero a éste texto cuyos personajes son preadolescentes porque coinciden con lo que creo podía ser la búsqueda en ambos grupos que es la impunidad. En éste caso del relato de Mishima, el jefe dice que deben apresurarse a realizar el asesinato pues tienen 13 años y a los 14 en Japón ya son punibles. Es decir, son preadolescentes, que no realizan un rito de pasaje a la adultez sino a la impunidad. 

Para el jefe de la novela de Mishima, matar era equivalente a romper las cadenas interminables de los odiosos tabúes sociales, logrando así un poder real sobre su existencia. Este es el precio que no pueden pagar, que no hay poder absoluto sobre la existencia. Cuando como resultado de un rito iniciático previo al asesinato, matan a un gatito, Mishima escribe: La muerte había transformado al pequeño animal en un mundo perfecto, autónomo. Lo maté con mis propias manos, puedo hacer cualquier cosa por terrible que sea. 

Cuando no es la ética del deseo la que comanda la vida, lo que implica una pérdida, cuando se cree que es Yo quien debe comandarla, para no alienarse al deseo del Otro, el elogio al goce absoluto es inevitable, y la muerte la consecuencia mas verdadera. 



ADELFA JOZAMI