lunes, 1 de abril de 2019

¿Y si no es Asperger?

¿Y si se trata de un sujeto al que se le hace difícil interactuar con el mundo tal como está?

El sábado 30 de marzo, Sandra Ruso escribió en la contratapa del diario Página 12, un artículo que tituló: "Greta", el nombre de una jovencita de 16 años que había convocado a través de una acción pública, no iba a la escuela los viernes, hacía huelga, para protestar por que los que dirigen los destinos del planeta, los gobernantes, no tenían en cuenta los desarrollos científicos que mostraban que no había acciones directas para preservar el planeta.

Al comienzo del artículo se manifiesta que Greta había sido diagnosticada con el síndrome de Asperger. No niego que Greta habrá tenido sus dificultades en la infancia que llevaron a los profesionales que la atendieron a realizar éste diagnóstico, aclaro que no conozco el caso, solo quiero advertir que quién realizó esta acción para hacer saber a otros de éste problema del cuidado del planeta, con la potencia que se vé que lo viene haciendo, es Greta, no la chica que padece Asperger.

Entiendo que estas nominaciones, que abundan, son consecuencia de hacer entrar al sujeto en el campo de lo medible para poder ser “nomenclables”.

El problema del diagnóstico en Salud Mental es algo que se viene trabajando desde hace un tiempo largo. Salvo la psicosis, neurosis, perversión cuyos mecanismos fundantes son diferentes y están profundamente investigados, hay una enorme cantidad de palabras, nombres, que identifican grupos de padecimientos, que pueden hacer olvidar que el que padece es un sujeto.

En una oportunidad en una mesa del X Congreso Argentino de Salud Mental, le consulté a una compañera de mesa que había tenido participación en la ley de Identidad de género, hablando de las demandas actuales en los Hospitales Públicos en relación al transgénero, por qué si los fundamentos eran que no se trataba de una enfermedad, hablaban de disforia de género, la respuesta fue que quién optaba por un cambio de género debía realizar prácticas médicas. Es decir, para entrar en el sistema de salud, hay que portar el nombre de una enfermedad. Esto puede ser aceptado siempre que no funcione como obstáculo para los que pensamos en el sujeto humano parlante y sus padecimientos, propios y de relación.

El púber/adolescente, época en la que se encuentra Greta, es un tiempo en el que el sujeto se desenlaza de los modos de sus padres de abordar la realidad para armar su lazo con el mundo, cuenta para esto con sus aptitudes y sus déficit, sus pulsiones nuevas y su cuerpo, su vergüenza, su locuacidad o su reserva, esto le irá dando forma a su mundo. Hace mucho tiempo, cuando también mi clínica era con niños, unos padres muy preocupados concurrieron a consultar por su hijo porque no era sociable, estaba en general solo y ya despuntaba como un adicto a las primeras pantallas de PC. Luego de entrevistar al niño, que se veía muy despierto e interesado por lo que le proponía, entendí que lo mejor era no estigmatizar a ese niño, por lo que les propuse que no hagan ningún tratamiento, que no había lo tratable, solo que vaya desarrollando sus gustos y aptitudes. Hace poco tiempo supe que ese niño hoy un joven, desarrolló una carrera muy importante en los medios.

Los que nos dedicamos al psicoanálisis hemos trabajado mucho para evitar estas nomenclaturas que estigmatizan y no permiten escuchar al sujeto. Fue motivo de reuniones internacionales para oponernos al DCMIV ahora V, pero no ha traspasado demasiado los bordes del campo psicoanalítico. En Argentina, algunos colegas han participado de debates acerca de la nueva ley de Salud Mental, pero la incidencia final es escasa. Como ocurre ahora con el nuevo régimen penal juvenil, los aportes de los profesionales solo alcanzan para el “relato” de lo que se quiere hacer, pero en la práctica, sin presupuestos para los lugares intermedios que propone el gobierno actual, será exclusivamente para que los jóvenes, a partir de los 15 años puedan ser apresados. Sacados de circulación, sin tener la posibilidad de escuchar lo que esas violencias dicen.


Adelfa Jozami