miércoles, 3 de enero de 2018

Algunos recursos para intentar responder preguntas de época.


   ¿Cómo puede ser que los que están siendo saqueados, hipotecados, endeudados, los sigan apoyando y votando? 

   ¿Cómo puede ser que durante la dictadura pasaran cosas horrendas y no nos enterábamos?

    Lacan nos ha enseñado que si no hay sujeto barrado no hay deseo. El deseo es lo que empuja al hablante. Este sujeto se constituye como tal en virtud de una pérdida, que Freud nombra castración. No hay sentido de la vida preestablecido, la causa está perdida.

   Este sujeto se ubica en el discurso de manera tal que va dando lugar a distintos lazos sociales (cuatro discursos: histérico, universitario, amo, psicoanalista). En una oportunidad, Lacan, gracias a un equívoco, encuentra lo que llamó el discurso del capitalista, donde la pérdida no se produce. No hay deseo. De allí la voracidad por la riqueza y su equivalente en el consumo, sin límites, infinito, el único horizonte se consigue con la destrucción.

   Como psicoanalista he tenido la oportunidad de escuchar situaciones tales como que un sujeto con una riqueza considerable, organizada para que siga acrecentándose, calculaba meticulosamente los gastos del supermercado que hacía su mujer, no daba propina y ahorraba en zapatos. Lo que constituía un gasto lo angustiaba.

   Otra versión: No sé qué pasa con mi hijo, siempre tuvo todo y ahora se la pasa tirado, no tiene ganas de nada. No hay deseo. A falta de algo que empuje, que cause, distribuyen mandatos, de lo que muchas terapias no son ajenas.

   Es bastante aterrador observar como todo puede ser convertido en consumible, ¡hasta hay talleres para reír!

   Ante la falta del empuje que provee el deseo, llevados literalmente por mandatos, las perspectivas de la vida de un sujeto, su horizonte se hace oscuro, allí opera la creencia por la necesidad de saber el futuro. 

   Si bien cada sujeto se realiza en su singularidad, es a su vez producto de una época. La búsqueda de que le garanticen que el futuro no será el infierno más temido, es propio del sujeto, creer que hay quién pueda saber de eso es propio de los que esperan el saber del Otro. Allí se asienta en parte el hacer de los que dirigen nuestro país; por un lado toman medidas que favorecen la transferencia (de riquezas, interés, objetivos culturales, etc.) de la mayoría popular a las minorías que concentran la riqueza y por el otro hacen de videntes; igual que un vidente no tienen que argumentar por qué lo dicen. Todo va a estar mejor, su vida será más feliz…

   Quienes apoyan aún el proceso a pesar de verse afectados por el mismo, cada vez se ponen más agresivos en la defensa del “modelo”, son efecto del discurso llamado del capitalista; es por esto y porque quieren creer que tienen futuro, apoyan.

    Otro tema es cómo convivir con la violenta represión que se ha desatado últimamente. Es aterrador comprobar, algunos en su propio cuerpo, cómo una multitud de personas que han participado periódicamente en manifestaciones ligadas a la búsqueda de libertad se convierten en enemigos, cuasi terroristas a los que hay que combatir. Establecido este escenario y sabiendo (sin necesidad de videntes) que deberemos convivir con él, intentemos no reiterar lo que ocurrió en la dictadura en la que esa realidad se escotomizaba, sucedía en “otro” lado. En este mundo capitalista, donde no hay para todos, entonces sobran, la palabra inclusión es la utopía.