martes, 28 de mayo de 2019

Crueldad vs solidaridad

Hace poco tiempo, a raíz de una acción cruel sobre una niña embarazada a la que le impedían la interrupción de un embarazo producto de una violación, se insistía para defender esta posición, en la importancia del “instinto materno”. Sin embargo, lo que se denomina instinto materno, no es natural, se sostiene por el deseo de tener un hijo. Implica un acto. 

A pesar de que los desarrollos de las ciencias humanas corroboran que lo “natural” en el humano no es tal, la idea de hacer psicología comparada con los animales, prolifera. Que son mejores, que son peores, cuando el humano parlante solo comparte con ellos una maquinaria llamada cuerpo anatómico, que permite, a veces experimentar con los animales para fines medicinales, drogas que luego podrán ser aplicadas en humanos. Pero el cuerpo humano, su fisiología, sus conductas, sus afectos, sus pasiones, están “alteradas” por el significante. Los sujetos no son orientados en su accionar por los instintos, porque entran en el orden del lenguaje, están orientados por el significante. Por ejemplo, el ciclo digestivo, es un circuito de operaciones que también se repite en algunos animales, cualquiera puede advertir que ese ciclo está afectado por el significante, anorexia, bulimia, obesidad, nudo en el estómago… los animales, salvo que tengan una enfermedad observable, no tienen estos padecimientos. 

Es decir, no busquemos en la “naturaleza” la explicación de nuestras crueldades. No vamos a simplificar en lo personal lo que puede llevar a alguien a la crueldad, requiere un abordaje singular, pero evidentemente no es por naturaleza. Implica un acto. 

Cuando Darwin escribió El origen de las especies, produjo un acto, político, que ponía en cuestión el saber religioso, dio origen a la investigación científica sobre los orígenes del humano. 

En lo social, no se puede eludir la responsabilidad política que lleva a una comunidad a actos de crueldad, en nuestra sociedad actualmente son innumerables, impedir un aborto no punible, la persecución y asesinato en San Miguel del Monte, prender fuego a una persona que se refugia en la calle porque no tiene techo, miles de chicos con hambre, ancianos que no pueden comprar sus remedios, cuando esto hace una serie, se comienza a enumerar, algo ya forma parte de un sistema, no es un hecho aislado. Podemos teorizar acerca de la segregación, debemos hacerlo, pero prontamente tenemos que asumir que cuando en una sociedad hay crueldad, es porque prima el odio, de clases primordialmente, porque aunque parezca antiguo, no se entiende cómo un industrial al que su industria funcionaba, podía estar en contra de esa época llamada Kirchnerista. Seguro que también hay otros odios que sostienen la diferencia. No odios individuales, odio como causa en el diseño de políticas. 

Cuando prima la solidaridad, cuando hay alegría, ganas de construir, el deseo se suelta, no es ficción, es el amor. 

Cuando en el bicentenario se veía a todos tan contentos en la calle, me preguntaba, qué fenómenos tan raros ocurren en nuestro país, he transitado épocas donde había miedo de estar en la calle, la respuesta es que detrás de ese fenómeno, lo que empuja es el amor. 


Adelfa Jozami


miércoles, 22 de mayo de 2019

Comentarios del Lic. Alejandro Ruiz, Vicedecano de la FHAyCS (UADER), en la Presentación de "Pubertadolescencia. Elección sexual" en Paraná

Lic. Alejandro Ruiz:

Estamos aquí, en una suerte de encuentro de amigos y familiares, donde teóricamente Claudia y yo éramos los anfitriones, y yo siento que somos como los extranjeros. Así que, esta presentación tiene esa particularidad.

Así que, pregunto, ¿por qué una presentación de libro en la universidad pública? ¿Por qué las muchas presentaciones de libros que hemos venido haciendo a lo largo de este año, muchas de ellas en esta facultad y otras en lugares afines, como la Casa de la Cultura o la Biblioteca Provincial? Entre otras cosas, porque yo creo que son acciones políticas con contenido técnico y académico.

Ahora vamos, sí, a la presentación de este libro. Venimos a presentar este libro de Adelfa Jozami. Adelfa nace en Paraná un 23 de septiembre, como ustedes saben, aniversario de la muerte de Freud. Es casi una cuestión de destino, que estemos presentando un libro de ella, en este lugar tan emblemático de la ciudad, que a la vez fue su lugar de estudios. Si bien nosotros proponemos permanentemente ese pasaje del destino a la destinación, podríamos decir que lo dejamos del lado de la destinación, porque al destino hay que forzarlo. Quiero decir, es más del orden de la destinación que de la neurosis de destino, pero podríamos decir también que esto no es tan casual. Sobre todo, si es un libro de la colección Mirar con las palabras.

En la portada ya vemos esta "a" coloreada, juguetona, que en seguida nos remite a un concepto lacaniano que es el de objeto a. El gran invento de Lacan, podríamos decir, es el objeto a. Lacan toma muchos conceptos de otros campos, de otras disciplinas, se los apropia, hace teoría propia con ellos, plantea un modo de hacer clínica a partir de estos conceptos. Sus detractores dicen que se la pasa choreando conceptos, yo no estoy tan de acuerdo. Sí estoy de acuerdo con hacer mención a las fuentes de donde los extrae. Nos remite a este concepto, y ya vemos en el contenido del libro esta afirmación, esta proposición, de que el objeto a es asexuado.

Estaba intercambiando con un compañero de cátedra sobre esta parte del libro, y él me dice “Pero, fijate que está a-sexuado”, y ahí empezamos a jugar con estas homofonías que tanto le gustan a Lacan, pero para plantear cuestiones estructurales y estructurantes, donde aparece el objeto a como asexuado y como a-sexuado. Entonces, vamos a mantener esa proposición de que es asexuado, pero es una pregunta que queda dando vueltas a partir de poner ciertos juegos homofónicos en tensión.

Por otro lado, también pensaba, la pubertad y adolescencia son dos términos que se usan indistintamente, pero haciendo esta diferencia podemos decir que esto no es tan indistinto, y podemos pensar la pubertad (sobre todo como está escrito aquí, esta especie de neologismo, podríamos decir, “del famillonario de Freud a la pubertadolescencia de Adelfa Jozami”) como una puerta a la adolescencia. En este sentido, está insistentemente enlazada la noción, la temática de la pubertad, a la construcción del fantasma.

Esto nos remite a una pregunta bien actual que tiene que ver con lo real, y que remite a otro libro de Adelfa, que es qué es esto del cambio de sexo, que hoy es en términos reales. Podemos apuntalarlo en una pregunta más simbólica, si se quiere, que es qué lleva a un humano a ubicarse como él o como ella. Pero hoy existe esta cuestión del cambio de sexo en términos reales, al menos como posibilidad, lo cual cambia la dirección de la pregunta.

También hay una mención, Claudia dijo algo de esto, de que Lacan no hace muchas referencias a la adolescencia. Entonces está bueno que alguien de formación lacaniana tome un tema al cual Lacan no le da mucha referencia directa, porque son dos maneras de pensar el psicoanálisis: como dogma, donde hay que repetir lo que dice Lacan en no sé dónde, que en definitiva termina siendo una especie de estribillo; o los escritos para pensar, como este. Creo que Claudia dio sobrada cuenta de que esto es un escrito para pensar, es un escrito que nos deja pensando, o que nos deja la posibilidad de dejarnos pensando. Que es, en definitiva, el modo de transmisión que en este ámbito nosotros intentamos sostener.

En relación a la adolescencia me parece que puede haber algo parecido. Si Lacan hace poca referencia, hagamos más referencia nosotros, aprovechando la cantidad de conceptos que el psicoanálisis, sobre todo el psicoanálisis lacaniano, nos brinda.

En este sentido, Adelfa, en esta obra, insiste con el tema de la resignificación porque sin resignificación no se podría dar esa segunda vuelta para la construcción del fantasma, y sin resignificación no podríamos hacer clínica, al menos como nosotros pensamos la clínica.

Si se entusiasman mucho con el libro y vienen leyéndolo y no pueden parar, el libro tiene dos pausas, que son muy interesantes, que resuenan de otra manera en el formato del escrito. Una es una referencia a Joyce, más precisamente a su obra Retrato del artista adolescente. El inicio de esa cita vale la pena leerlo en un ambiente como este, porque explica bastante lo que Adelfa, a lo largo de toda la obra, quiere transmitir. “‘Dinos, Dedalus, ¿besas tú a tu madre por las noches antes de irte a la cama?’. Stephen contestó ‘Sí’. Wells se volvió a los otros y dijo ‘Miren, acá hay uno que dice que besa a su madre todas las noches antes de irse a la cama’. Los otros chicos pararon de jugar y se volvieron para mirar, riendo. Stephen se sonrojó ante sus miradas y dijo ‘No, no la beso’. Wells dijo ‘Miren, acá hay uno que dice que no besa a su madre antes de irse a la cama’, todos se volvieron a reír, Stephen trató de reír con ellos. En un momento se azoró, y sintió una oleada de calor por todo el cuerpo. ¿Cuál era la respuesta adecuada? Había dado dos, y sin embargo Wells se reía. Pero Wells debía saber cuál era la respuesta, porque estaba en tercero de gramática.” Esto de cuál era la respuesta adecuada es el gran enigma.

La otra pausa es en relación a cuatro fragmentos clínicos, donde podemos leer otra vez el tema de la resignificación, porque justamente son cuatro fragmentos clínicos de no adolescentes, son adultos y adultas que resignifican ciertas cuestiones. Porque nosotros no trabajamos con datos encapsulados, quietos, pasivos, sino que, justamente, la resignificación permite que ciertos hechos de nuestra historia vital puedan ser vividos o sentidos o significados de manera distinta. Pueden ser significados de una determinada manera en un momento, y después en otro momento de otra manera, y en otro momento de otra, que a lo mejor tiene más que ver con la primera que con la segunda. Por eso también hay una insistencia en relación al tiempo lógico. También hay que decir que la referencia a casos clínicos o a viñetas, a aportes de analizantes, es permanente a lo largo del libro, seguramente más acotados, pero aparece mucho del trabajo clínico.

Después tenemos un no-prólogo, que llama un poco la atención cuando uno lo ve, va a empezar un libro y se encuentra con un no-prólogo, pero como dice Adelfa, la negación no implica la contradicción, y a mí me hace acordar a esto que dice Freud, que hay negaciones que afirman, están esos no que son sí.

Nos queda claro, después de leer este libro, por si no lo teníamos claro, que el sujeto que llamamos el sujeto barrado, este sujeto no viene dado, que el sujeto es a constituir, que el sujeto es efecto, pero también que el sujeto no sabe qué lo constituye. Nos encontramos con una dimensión de la pubertad planteada a la vez como acontecimiento y como estructurante.

Para finalizar (los neuróticos vamos eligiendo cosas y entonces vamos dejando cosas de lado) tenemos en el contenido del libro, también, una referencia a lo que es imposible de decir. Lo que es imposible de decir, ¿cómo se dice? Es algo que nos encanta a los analistas, pero nunca le damos bola, entonces tenemos la ventaja de que acá, en este libro, está intentado decir eso que es imposible de decir. Y aparece una serie de diferenciaciones entre ciertos conceptos, que, como decía Claudia, van más allá de un público analítico.

Nos encontramos ahí con estas diferencias tan interesantes entre rito y acto, por ejemplo, donde Adelfa, valiéndose de algunos autores, plantea que el rito garantiza el pasaje, sin que haga falta atravesar la castración, pequeña diferencia. Y que, para el rito, lo único que se necesita es el sometimiento, con eso alcanza. ¿Cuál es el problema de esto? Que desresponsabiliza al sujeto de su hacer, si lo único que hace falta es su sometimiento. Mientras que el acto deja marcas, queramos o no, y el sujeto se responsabiliza de sus consecuencias.

Aparece otra disyunción, otro contrapunto muy interesante entre gloria y deseo, no es tan habitual encontrar esto. Parece como una diferenciación entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, donde la gloria está definida o categorizada como aquello por lo que valdría la pena morir, y el deseo como aquello por lo que valdría la pena vivir.

Después hay una interesante diferencia entre crueldad y violencia. Allí, la crueldad está definida o está categorizada como una de las formas de la violencia organizada. Y, encima, hay un enlace entre crueldad y erotismo, y está planteado como modos de ir más allá de las prohibiciones.

Para terminar, voy a tomar una cita del libro, que en realidad son dos párrafos de distintos capítulos, que yo los hago uno solo, porque me parece que en definitiva es el espíritu de lo que se intenta transmitir con esta obra. Dice alguien a quien acabamos de conocer pero parece que estamos muy familiarizados con ella, en este texto: “Cuando no es la ética del deseo la que comanda la vida, lo que implica una actitud, una posición respecto a la castración, cuando se cree que es yo quien debe comandarla para no alienarse al deseo del Otro, el elogio al goce es inevitable, y la muerte, la consecuencia más verdadera.” “Es en el equívoco que el sujeto encuentra su verdad y la hace objeto, es desde la incerteza que el sujeto debe responder como hombre o como mujer.”



jueves, 2 de mayo de 2019

Comentarios de Claudia Campins en la presentación de “Pubertadolescencia” en Paraná


Presentadora:

Buenas tardes. En principio, quería agradecerles la presencia de ustedes en esta presentación del libro de Adelfa Jozami, muy conocida por ustedes, por casi la mayoría. Adelfa es psicoanalista y tiene una larga trayectoria en el tema del psicoanálisis, específicamente en adolescencia.

[…] Están a cargo de la presentación de la obra hoy, acá presentes, el licenciado Alejandro Ruiz, psicoanalista y vice decano de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. Fue también director del Hospital Escuela de acá, de Paraná, y actualmente es integrante de la cátedra Teoría psicoanalítica. Escuela francesa. Y Claudia Campins, también integrante de otra cátedra de la Licenciatura en Psicología de la UADER, también fue integrante del equipo de profesionales del Hospital Escuela. Los dejo con ellos.

Claudia:
En primer lugar, darles la bienvenida. Hay un público que ha sido convocado desde los lazos personales, los lazos familiares, y que están acompañando el libro desde ese lugar. El interés viene por lo que significa la presencia de Adelfa en esta Escuela, que es ahora nuestra Facultad, pero también sigue siendo la Escuela de ella y de muchos de los que están acá acompañándola, entonces entendemos que acá están ocurriendo cosas que exceden la cuestión de recibir un libro vinculado al psicoanálisis.

[…] Yo me hacía la pregunta respecto de qué significaría presentar un libro, presentar este libro y cuál sería la función que yo tendría que cumplir en un lugar como este. Pensaba que, tal vez, el que presenta un libro tiene que acercar al interés de otros lectores, para que puedan hacer también la lectura de libro. La verdad es que me pareció, en principio, una pretensión ambiciosa, de entusiasmar por las lecturas. Y me pareció que lo más legítimo es contarles qué significó para mí leer el libro, desde la perspectiva de cómo yo me transformé en lectora de este libro.

[…] Cuando pensaba en eso, en qué significa leer este libro, me acordé de una frase, de hace muchísimo tiempo, que en realidad es una entrevista que le hacen a Julio Cortázar en un libro que se llama Confieso que he vivido. Es una frase que no se corresponde con él solamente, pero las entrevistas las han recopilado en un libro que se llama de esta manera. Le hacen la pregunta respecto de cómo era él como lector, y si había diferencias entre el modo en que él leía estando en Francia y cuando él leía estando en la Argentina, teniendo otro tiempo, no siendo un escritor reconocido. Entonces él dice: “Además, desde muy joven, adquirí una especie de deformación profesional. Es decir que yo pertenezco a esa especie siniestra que lee los libros con un lápiz al alcance de la mano, subrayando y marcando, no con intención crítica. En realidad, alguien dijo, no sé quién, que cuando uno subraya un libro, se subraya a sí mismo. Y es cierto”.
Es una justificación, me apoyo nada más y nada menos que en Cortázar, para decirles que lo que yo voy a hacer es estos puntos en los que yo he subrayado el libro a partir de cómo entiendo que el libro me ha leído, desde alguna perspectiva, es decir, qué intereses del libro han convocado a mi lectura y me han transformado, en todo caso, en lectora de este libro.

[…] Yo encuentro que, el modo en el que Adelfa nos acerca su producción y transmite y escribe, es una escritura que me parece condensada, que me parece plegada, que me parece que está orientada por el intento de tomar algo que Lacan ha transmitido como una intención propia, que es la de matematizar el psicoanálisis. Me parece que es una lectura que intenta despojar de sentidos para avanzar con formulaciones precisas […]

[…] Están condensados los 40 años, me da la sensación, de experiencia, por un lado clínica y por otro lado de transmisión. Me parece que por momentos habla a un lector que ya puede deducir y transitar esos auxilios que ella ya no usa aquí. Intenta trabajar con formulaciones muy precisas y muy condensadas.

La idea de la condensación, de la cosa plegada en la escritura me hizo pensar mucho, como les decía, como pienso en la transmisión del psicoanálisis, pensaba en la transmisión hacia los iniciados, los alumnos. Me parece que un alumno, un iniciado, alguien que quiere acercarse al psicoanálisis, puede estar convocado a la lectura del libro desde la perspectiva del recorrido teórico que Adelfa hace para hablar de la adolescencia y la pubertad. Ella asume una posición que es ética, y es una definición, su pretensión, que tiene que ver con ver lo que la adolescencia y la pubertad le puede hacer decir al psicoanálisis, y no al revés, no lo que el psicoanálisis dice o podría decir, con los conceptos teóricos con los que cuenta, de la adolescencia y de la pubertad.

Eso me parece muy importante, me parece que habla de una definición respecto de cómo asume la tarea, pero también una definición respecto de cómo entiende el quehacer del psicoanálisis, porque no es más que recoger el gesto freudiano de que sea la clínica la que comanda la producción teórica. Los que tienen algún acercamiento al psicoanálisis saben que para Freud, la definición más completa que da del psicoanálisis, incluye la idea de que es una práctica terapéutica, es una herramienta vinculada a la investigación de la subjetividad, y es una producción teórica. Pero de ninguna manera es una sola de esas cosas. La teoría es el resultado de la clínica, del trabajo clínico, de la labor investigativa, que da por resultado un tipo de producción teórica. La teoría, que es lo que pone a trabajar Adelfa, es el resultado de lo que la clínica va imponiendo como observable clínico, imponiendo con sus preguntas, y vamos respondiendo lo que vamos pudiendo en los distintos momentos.

[…] La pubertad, entendiéndola desde la perspectiva más del cuerpo adolescente, que le impone la presencia de estos caracteres secundarios, que es justo la edad en la que mi hija se encuentra, así que imagínense con el interés con que lo leí. Ella me decía “Después me explicás, mamá, de qué va la cosa”.

No es ese el objetivo del libro, Adelfa asume también respecto de eso una posición, no es un manual para que yo sepa cómo convivir con mi hija adolescente y púber. Si fueran esas las expectativas, no las encontré. Porque su posicionamiento respecto de la cuestión de lo que aquí acontece, también tiene que ver con estas definiciones clínicas, que son las del psicoanálisis, que orientan, como les decía al principio, lo que la adolescencia le hace decir al psicoanálisis. De alguna manera invierte algo que para el psicoanálisis no es nuevo, pero es importante decirlo, porque es el lugar que ella asume, que es que el saber y el poder que las transferencias en ocasiones, cuando están y hacen posibles la cuestión de un análisis, se las liga al analista, pero que el analista debe abstenerse, debe tomar una distancia respecto de ese poder. Cuando hacemos algo de eso, algo del análisis funciona y hay análisis. Cuando no lo hacemos, posiblemente ese lugar vinculado al poder, de decirle al otro lo que tiene, lo que le pasa o darle un diagnóstico, obture toda posibilidad de que algo del orden de la verdad emerja, de la verdad de esa persona en particular, la verdad que esa cura supone y las cuestiones del sujeto ahí con las que requiere que nosotros nos orientemos.

[…] Respecto del rito, los rituales y el acto, me parece que el posicionamiento ético que asume Adelfa en su escritura, en su modo de entender el trabajo, es que el acto, lejos de que el posicionamiento sea este, de que toda dimensión disruptiva es algo a disciplinar, a acallar con medicamentos, lee, entiende la cuestión del acto como la respuesta que tiene, que da ese adolescente en ocasiones para hacer entrar algo en los recursos simbólicos, transformar ese acto, por más disruptivo y violento que pueda ser, en un recurso que le sea propio, y que pueda inscribir algo de este pasaje, que involucra el distanciamiento, por ejemplo, respecto de los padres. Cuanto más violento el acto, habrá que ver por qué la necesidad, con qué otros se está vinculando para sostener esa violencia, y la violencia que institucionalmente también, disciplinalmente lean en esta época, como puede ser en la escuela, en los padres mismos, si a un acto violento respondemos con violencia, por ejemplo, de la medicalización. La perspectiva del acto, como un intento de inscribir simbólicamente todo este tránsito, y todos estos pasajes que tiene que enfrentar el adolescente.

[…] La adolescencia incomoda, les incomoda a los padres, incomoda en ocasiones en las instituciones, ellos están incómodos. Ella habla con viñetas clínicas y algunos recortes respecto de esa incomodidad, de la apatía, el aburrimiento, que incomoda al púber y al adolescente. Esa incomodidad, me parece que Adelfa la trabaja desde la perspectiva de las alternativas rituales por un lado, los recursos simbólicos que les brindamos desde la época para hacer ese tránsito, que indudablemente no son los mismos que los de otra época. Por ejemplo, el pantalón corto daba un pasaje a la utilización del pantalón largo, y esto ya significaba algún movimiento y algún soporte respecto de ciertos lugares. Hoy nuestros chicos están bastante más incómodos respecto de los recursos simbólicos con los que cuentan para hacer ese pasaje, porque nosotros los adultos también estamos incómodos respecto de los pasajes, cómo transitamos todos los momentos significativos de la vida de las personas, incluso la muerte.