jueves, 2 de mayo de 2019

Comentarios de Claudia Campins en la presentación de “Pubertadolescencia” en Paraná


Presentadora:

Buenas tardes. En principio, quería agradecerles la presencia de ustedes en esta presentación del libro de Adelfa Jozami, muy conocida por ustedes, por casi la mayoría. Adelfa es psicoanalista y tiene una larga trayectoria en el tema del psicoanálisis, específicamente en adolescencia.

[…] Están a cargo de la presentación de la obra hoy, acá presentes, el licenciado Alejandro Ruiz, psicoanalista y vice decano de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. Fue también director del Hospital Escuela de acá, de Paraná, y actualmente es integrante de la cátedra Teoría psicoanalítica. Escuela francesa. Y Claudia Campins, también integrante de otra cátedra de la Licenciatura en Psicología de la UADER, también fue integrante del equipo de profesionales del Hospital Escuela. Los dejo con ellos.

Claudia:
En primer lugar, darles la bienvenida. Hay un público que ha sido convocado desde los lazos personales, los lazos familiares, y que están acompañando el libro desde ese lugar. El interés viene por lo que significa la presencia de Adelfa en esta Escuela, que es ahora nuestra Facultad, pero también sigue siendo la Escuela de ella y de muchos de los que están acá acompañándola, entonces entendemos que acá están ocurriendo cosas que exceden la cuestión de recibir un libro vinculado al psicoanálisis.

[…] Yo me hacía la pregunta respecto de qué significaría presentar un libro, presentar este libro y cuál sería la función que yo tendría que cumplir en un lugar como este. Pensaba que, tal vez, el que presenta un libro tiene que acercar al interés de otros lectores, para que puedan hacer también la lectura de libro. La verdad es que me pareció, en principio, una pretensión ambiciosa, de entusiasmar por las lecturas. Y me pareció que lo más legítimo es contarles qué significó para mí leer el libro, desde la perspectiva de cómo yo me transformé en lectora de este libro.

[…] Cuando pensaba en eso, en qué significa leer este libro, me acordé de una frase, de hace muchísimo tiempo, que en realidad es una entrevista que le hacen a Julio Cortázar en un libro que se llama Confieso que he vivido. Es una frase que no se corresponde con él solamente, pero las entrevistas las han recopilado en un libro que se llama de esta manera. Le hacen la pregunta respecto de cómo era él como lector, y si había diferencias entre el modo en que él leía estando en Francia y cuando él leía estando en la Argentina, teniendo otro tiempo, no siendo un escritor reconocido. Entonces él dice: “Además, desde muy joven, adquirí una especie de deformación profesional. Es decir que yo pertenezco a esa especie siniestra que lee los libros con un lápiz al alcance de la mano, subrayando y marcando, no con intención crítica. En realidad, alguien dijo, no sé quién, que cuando uno subraya un libro, se subraya a sí mismo. Y es cierto”.
Es una justificación, me apoyo nada más y nada menos que en Cortázar, para decirles que lo que yo voy a hacer es estos puntos en los que yo he subrayado el libro a partir de cómo entiendo que el libro me ha leído, desde alguna perspectiva, es decir, qué intereses del libro han convocado a mi lectura y me han transformado, en todo caso, en lectora de este libro.

[…] Yo encuentro que, el modo en el que Adelfa nos acerca su producción y transmite y escribe, es una escritura que me parece condensada, que me parece plegada, que me parece que está orientada por el intento de tomar algo que Lacan ha transmitido como una intención propia, que es la de matematizar el psicoanálisis. Me parece que es una lectura que intenta despojar de sentidos para avanzar con formulaciones precisas […]

[…] Están condensados los 40 años, me da la sensación, de experiencia, por un lado clínica y por otro lado de transmisión. Me parece que por momentos habla a un lector que ya puede deducir y transitar esos auxilios que ella ya no usa aquí. Intenta trabajar con formulaciones muy precisas y muy condensadas.

La idea de la condensación, de la cosa plegada en la escritura me hizo pensar mucho, como les decía, como pienso en la transmisión del psicoanálisis, pensaba en la transmisión hacia los iniciados, los alumnos. Me parece que un alumno, un iniciado, alguien que quiere acercarse al psicoanálisis, puede estar convocado a la lectura del libro desde la perspectiva del recorrido teórico que Adelfa hace para hablar de la adolescencia y la pubertad. Ella asume una posición que es ética, y es una definición, su pretensión, que tiene que ver con ver lo que la adolescencia y la pubertad le puede hacer decir al psicoanálisis, y no al revés, no lo que el psicoanálisis dice o podría decir, con los conceptos teóricos con los que cuenta, de la adolescencia y de la pubertad.

Eso me parece muy importante, me parece que habla de una definición respecto de cómo asume la tarea, pero también una definición respecto de cómo entiende el quehacer del psicoanálisis, porque no es más que recoger el gesto freudiano de que sea la clínica la que comanda la producción teórica. Los que tienen algún acercamiento al psicoanálisis saben que para Freud, la definición más completa que da del psicoanálisis, incluye la idea de que es una práctica terapéutica, es una herramienta vinculada a la investigación de la subjetividad, y es una producción teórica. Pero de ninguna manera es una sola de esas cosas. La teoría es el resultado de la clínica, del trabajo clínico, de la labor investigativa, que da por resultado un tipo de producción teórica. La teoría, que es lo que pone a trabajar Adelfa, es el resultado de lo que la clínica va imponiendo como observable clínico, imponiendo con sus preguntas, y vamos respondiendo lo que vamos pudiendo en los distintos momentos.

[…] La pubertad, entendiéndola desde la perspectiva más del cuerpo adolescente, que le impone la presencia de estos caracteres secundarios, que es justo la edad en la que mi hija se encuentra, así que imagínense con el interés con que lo leí. Ella me decía “Después me explicás, mamá, de qué va la cosa”.

No es ese el objetivo del libro, Adelfa asume también respecto de eso una posición, no es un manual para que yo sepa cómo convivir con mi hija adolescente y púber. Si fueran esas las expectativas, no las encontré. Porque su posicionamiento respecto de la cuestión de lo que aquí acontece, también tiene que ver con estas definiciones clínicas, que son las del psicoanálisis, que orientan, como les decía al principio, lo que la adolescencia le hace decir al psicoanálisis. De alguna manera invierte algo que para el psicoanálisis no es nuevo, pero es importante decirlo, porque es el lugar que ella asume, que es que el saber y el poder que las transferencias en ocasiones, cuando están y hacen posibles la cuestión de un análisis, se las liga al analista, pero que el analista debe abstenerse, debe tomar una distancia respecto de ese poder. Cuando hacemos algo de eso, algo del análisis funciona y hay análisis. Cuando no lo hacemos, posiblemente ese lugar vinculado al poder, de decirle al otro lo que tiene, lo que le pasa o darle un diagnóstico, obture toda posibilidad de que algo del orden de la verdad emerja, de la verdad de esa persona en particular, la verdad que esa cura supone y las cuestiones del sujeto ahí con las que requiere que nosotros nos orientemos.

[…] Respecto del rito, los rituales y el acto, me parece que el posicionamiento ético que asume Adelfa en su escritura, en su modo de entender el trabajo, es que el acto, lejos de que el posicionamiento sea este, de que toda dimensión disruptiva es algo a disciplinar, a acallar con medicamentos, lee, entiende la cuestión del acto como la respuesta que tiene, que da ese adolescente en ocasiones para hacer entrar algo en los recursos simbólicos, transformar ese acto, por más disruptivo y violento que pueda ser, en un recurso que le sea propio, y que pueda inscribir algo de este pasaje, que involucra el distanciamiento, por ejemplo, respecto de los padres. Cuanto más violento el acto, habrá que ver por qué la necesidad, con qué otros se está vinculando para sostener esa violencia, y la violencia que institucionalmente también, disciplinalmente lean en esta época, como puede ser en la escuela, en los padres mismos, si a un acto violento respondemos con violencia, por ejemplo, de la medicalización. La perspectiva del acto, como un intento de inscribir simbólicamente todo este tránsito, y todos estos pasajes que tiene que enfrentar el adolescente.

[…] La adolescencia incomoda, les incomoda a los padres, incomoda en ocasiones en las instituciones, ellos están incómodos. Ella habla con viñetas clínicas y algunos recortes respecto de esa incomodidad, de la apatía, el aburrimiento, que incomoda al púber y al adolescente. Esa incomodidad, me parece que Adelfa la trabaja desde la perspectiva de las alternativas rituales por un lado, los recursos simbólicos que les brindamos desde la época para hacer ese tránsito, que indudablemente no son los mismos que los de otra época. Por ejemplo, el pantalón corto daba un pasaje a la utilización del pantalón largo, y esto ya significaba algún movimiento y algún soporte respecto de ciertos lugares. Hoy nuestros chicos están bastante más incómodos respecto de los recursos simbólicos con los que cuentan para hacer ese pasaje, porque nosotros los adultos también estamos incómodos respecto de los pasajes, cómo transitamos todos los momentos significativos de la vida de las personas, incluso la muerte.

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