martes, 26 de marzo de 2019

"Psicoanálisis y chamanismo"

Hasta hace poco tiempo nos abocábamos a diferenciar la práctica del Psicoanálisis de la Psicología haciendo hincapié en que si bien las neurosis y las psicosis se refieren a universos diferenciados con mecanismos comunes internamente, cada sujeto, en tanto efecto de la articulación significante, debía ser escuchado e interpretado en su singularidad y no había lugar a generalizaciones. Un hecho actual, confirma la singularidad de cada sujeto; las innumerables “identidades” sexuales o de goce, que crecen, uno mas uno, hasta advertir que son tantas como sujetos humanos parlantes, cuya nominación culmina con el nombre propio. Pero esto nos lleva a otro tema que en otro momento trataremos. 

Hoy, la difusión de prácticas que se dicen psicoanalíticas y que hacen centro en el modo de intervenir, intervenir para incomodar porque el neurótico se aferra a su posición, me hizo recordar algunas prácticas chamánicas y también algunas cuestiones que hacen del psicoanálisis una práctica que difiere según quién la practica pero que a su vez es inconfundible. 

Respecto a las prácticas chamánicas, aclaro que no teorizo sobre ellas, ni las critico ni siquiera opino sobre ellas, sólo intento marcar las diferencias con el psicoanálisis. 

Lo que las emparenta con el chamanismo es en 1º término, el lugar en el que se ubica el agente de la cura, sitio enigmático, que promete acciones (no acto) desconocidas, conmocionantes, que sacuden, hacen llorar, dan vergüenza, asco, etc. Con esto, en el mejor de los casos, descentran al sujeto de su realidad fantasmática. Esto dá al agente de estas prácticas, poder, poder de sugestión. Nadie negará la eficacia simbólica de esto, pero no se trata de cura psicoanalítica. 

Cuando Lacan en una oportunidad dijo que la cura no debía ser el objetivo durante un análisis, se refería (no le leo los pensamientos, sí su obra) a no tenerlo como objetivo en las intervenciones ya que eso nos llevaría a “hacerle bien”, mientras la cura, que llegará por añadidura, se encuentra “haciendo saber” de lo que hasta el momento el sujeto estaba atrapado. Esto lo incomodará, pero no porque sea lo que queremos hacer. 

La práctica analítica es en transferencia, el sujeto se acerca buscando saber, (no poder) se lo supone al analista, y el trabajo consiste en mostrar que ese Otro que porta el saber que en un comienzo es el analista es su inconsciente, que no es reservorio de nada mas que de la lengua en la que se ha formado. Por eso es que nuestro trabajo se hace con lo que se dice y con los silencios, esto impacta en el cuerpo, no al revés. 

Una de las condiciones del analista que marcan la incompletud de la teoría y la necesidad de la transmisión, es dar razones de su práctica, de éste modo teoriza y transmite. 
Cada una de las afirmaciones que hago aquí y lo que faltaría decir, requieren desarrollo. Ese espacio es hoy cada vez mas escaso. 

El anhelo es que las nuevas generaciones de quienes desean hacer del psicoanálisis su práctica tengan la humildad socrática de buscar saber, de desearlo, de conectarse con los que han venido pensando estas cosas. Porque la humanidad no quiere saber y ese es el motivo de que el psicoanálisis sea rechazado. No nos volvamos agentes de la resistencia, paradójicamente, haciendo cosas “novedosas”. 
  
Adelfa Jozami



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